En Sánscrito: Gurugunadharmakaranama.
EL CONOCIMIENTO DEL GURÚ, EL ORIGEN DEL DHARMA.
¡Rindo homenaje a todos aquellos en quienes la religión está enraizada!
Sobre los seres vivos que experimentan el sufrimiento del abrasador calor de las aflicciones1, la bóveda del Dharma forma nubes de amor2 de las que se precipita la lluvia de la compasión3 que refresca a aquellos acosados por el abrasador calor de las aflicciones. Ante ese Rey del Dharma, yo postro mi cabeza.
Yo he reunido algunas gotas de esta historia inmaculada y vasta como un océano, sin añadir cambios de ningún tipo, y haciéndolo lo mejor que he podido.
En el Este de India, en el país llamado Sahor4, el gobernante era un rey religioso llamado Kalyana Shri. El rey Kalyana Shri llevó la prosperidad del reino a su zenit. Tenía un palacio, el Estandarte Dorado de la Victoria, rodeado por incontables casas, y había gran número de estanques para el baño, rodeados por 720 magníficos jardines, de bosques de árboles Tala, siete muros concéntricos, 363 puentes, innumerables estandartes dorados de la victoria, con trece tejados en el palacio central, y con miles de nobles en el palacio.
Todo este esplendor superaba al del Rey de Tonkín (China); la dignidad del comportamiento del monarca y su aire de gran autoridad eran como los del gran dios Indra. Sus súbditos eran tan numerosos como los habitantes de una ciudad de Gandharvas, y sus logros religiosos podrían ser comparados a los de Aryadharma.
Shri Prabhavati, la consorte de este rey devoto, era como una diosa. Era una mujer hermosa y casta que confiaba en las Tres Joyas, y que era amada como si fuera su madre por todos los seres humanos. Esta reina tenía tres hijos, llamados Shrigarbha, Chandragarbha, y Padmagarbha. La historia de estos tres es raramente encontrada en otros libros. El segundo de los hijos, Chandragarbha, fue mi noble gurú. En el auspicioso momento de su nacimiento, llovieron flores sobre la ciudad, apareció un toldo de arco iris, y los dioses cantaron himnos que trajeron la felicidad y el gozo a todo el mundo. Durante dieciocho meses él residió en la capital, y fue excelentemente criado por ocho niñeras.
Al Norte del palacio había un lugar sagrado llamado Monasterio de Vikramashila5. Se dirigieron a hacer ofrendas a ese lugar el Rey, la Reina, y sus ministros, todos ellos escoltados por 500 carruajes llenos de hermosas chicas bellamente adornadas con guirnaldas, y rodeados por cientos y cientos de músicos, y llevando innumerables artículos preciosos necesarios para realizar el rito; y todos fueron hacia el lugar cantando.
Mi gurú, un infante que parecía ya semejar a un niño de tres años, tuvo ante sí tal cantidad de personas hermosas que los ojos fueron deslumbrados. El niño, que estaba coronado y engalanado con adornos semejantes al oro, fue llevado por su padre envuelto en tejidos de fina muselina.
Cuando la gente lo vio, se sintieron tan llenos de felicidad que no pudieron evitar que les brotaran las lágrimas. Aquellos que allí estaban exclamaron: “Cuando naciste, la tienda del Sol fue levantada, y canciones melodiosas fueron escuchadas por la gente. Por lo tanto, nuestro mayor deseo era encontrarnos contigo. Y ahora, habiéndote visto, estamos llenos de gozoso temor”.
Entonces el excelente Príncipe preguntó: “Oh, padres, ¿Quién es esta gente?”
Sus padres contestaron: “Son tus súbditos, Príncipe”.
Entonces el excelente Príncipe dijo: “¡Que puedan ellos ser poseedores de un mérito similar al de mis padres! ¡Que puedan gobernar reinos que alcancen la cumbre de su prosperidad!
¡Que puedan nacer como hijos de reyes, y que puedan ser mantenidos por hechos santos y virtuosos”
Entonces, cuando la procesión real llego a salvo al Vihara de Vikramashila, el excelente Príncipe, tras postrarse ante las Tres Joyas, recitó esta melodiosa canción de alabanza: “Habiendo obtenido el noble cuerpo de un hombre, y teniendo todos los órganos sin defectos, tomaré refugio en las Tres Joyas. Siempre llevaré a las Tres Joyas sobre mi cabeza con total sinceridad. Por lo tanto, ¡Que puedan las Tres Joyas ser mi refugio!”
Cuando estas palabras fueron escuchadas por el Rey, la Reina, los ministros y los monjes, todos ellos quedaron maravillados y llenos de gozo, y con una sola voz declararon que el príncipe estaba destinado para la grandeza. Entonces el Rey, la Reina y los sirvientes dijeron:”Qué podamos nosotros, gracias a la acumulación de méritos obtenida al mostrar reverencia y al hacer ofrendas, ser capaces de hacer ofrendas a las Tres Joyas vida tras vida. Y, por la virtud de estos méritos, rogamos por la continuidad prolongada de nuestra religión, para lo cual haremos ofrendas a la Sangha. Oh, que podamos vernos libres de los sufrimientos causados por las impurezas”.
Cuando el Príncipe escuchó sus palabras, miró a sus padres y exclamó: “¡Qué pueda yo no estar nunca atado a los intereses mundanos! ¡Qué pueda yo enseñar el santo sendero de los monjes, y humildemente venerar a las Tres Joyas!¡Qué pueda yo sentir compasión por todos los seres!”
Sus padres y los demás quedaron completamente maravillados cuando oyeron lo que el Príncipe había dicho. Esta fue la primera predicación de mi gurú. El Príncipe, que tenía tres años, había llegado a estar bien versado en astrología, escritura y Sánscrito. A los seis años, era capaz de distinguir entre las enseñanzas budistas y las no budistas. A partir de entonces, y hasta los diez años de edad, tomó a las Tres Joyas como refugio observando los preceptos morales6 de los upasakas7, practicando la generosidad8, siendo feliz estudiando, recitando las oraciones, buscando el reunirse con la gente de carácter noble, obedeciendo y sirviendo a sus padres humildemente y con dulces palabras, disfrutando con todo tipo de danza religiosa y de canciones sacras, rindiendo respeto a los hombres santos incluso desde la distancia, contemplando los afanes mundanos con un corazón apenado, ayudando a aquellos que eran desgraciados, y haciendo muchas acciones nobles de este tipo. Cuando el Príncipe alcanzó la edad de once años, los ministros y súbditos le trajeron veintiuna chicas de noble familia, y el Rey y la Reina se las ofrecieron junto con valiosos regalos.
Cierto día, el Rey reunió a sus ministros y les ordenó: “A partir de mañana, debéis de preparar cuidadosamente las trece carrozas reales, y adornarlas con innumerables ornamentos tal y como al pueblo le gusta; especialmente la más hermosa y fuerte de las carrozas debería de ser colocada en el centro. En ella deberíais de colocar el parasol del pavo real rodeada por abanicos. En el centro, bajo el parasol del pavo real, colocad a Chandragarbha vestido con ropas espléndidas sobre un trono enjoyado. En las restantes doce carrozas adornadas, todos los ministros estarán sentados luciendo magníficos vestidos, y estarán acompañados por músicos que con muy diversos tipos de instrumentos tocarán una música deliciosa.
La procesión será liderada por tres carrozas blancas; habrá tres carrozas rojas en la parte trasera, tres amarillas en la parte derecha, y tres verdes a la izquierda. En cada una de las carrozas colocad a muchos jóvenes y doncellas con estandartes coloreados propios de los dioses de las cuatro direcciones. La carroza del Príncipe, pintada de los cinco colores, debería de estar adornada en las cuatro esquinas con tallas en forma de cuellos de pavo real, y rodeada por chicas vestidas como diosas portando ofrendas. Los demás auxiliares deberían de tocar hermosas canciones con instrumentos tales como violines, tambores, y címbalos para deleitar a las multitudes que se reunirán en todas partes. Fuera de la ciudad, en un agradable jardín, han de ser dispuestos todo tipo de diversiones y juegos que hagan que el pueblo se reúna allí. Estas diversiones tienen que durar medio mes, de forma que todo el pueblo se sienta feliz y contento. En esa asamblea, tiene que haber chicas listas para deleitar al Príncipe, y los ministros tienen que instruirlas sobre cómo comportarse cuando el Príncipe esté lanzando miradas sobre ellas”
Así pues, el gran Rey ordenó a los ministros que tuvieran listas las trece carrozas adornadas en el plazo de una semana, con la carroza del Príncipe en el medio, ricamente adornada, y doce carrozas con músicos que toquen todo tipo de instrumentos.
Entonces, en las afueras de la gran ciudad, en los cruces de caminos y en los jardines, el pueblo comenzó a divertirse con juegos fascinantes. Durante el progreso de la comitiva real a través de los distintos barrios de la ciudad, por los que pasaban el Príncipe Chandragarbha junto con las carrozas y sus 25000 asistentes, la gente le daba la bienvenida como si fuera un rey universal9 desde los jardines de lotos adyacentes a la capital, y desde cada cruce de caminos, y seguían con su mirada al Príncipe.
Prabhadevi y las demás mujeres de la corte, los camaradas y parientes del Príncipe, se animaban unos a otros a darse prisa para ver la concentración de gente. Cuando la gente estaba aglomerada en torno a la procesión, las hijas del Rey Punnadhara, del Rey Nemandhara, del Rey Jalapati, y del Rey Pracandraprabha, y otros reyes de alta alcurnia, de noble físico y grandes posesiones, llegaron armados, montando en veintiuna carrozas, para unirse a las celebraciones.
En cada una de las carrozas iban siete chicas junto con siete doncellas asistentes. Todas estas veintiuna carrozas estaban adornadas magníficamente con diversos adornos. Los conductores venían cantando melodiosas canciones y mostraban su felicidad. Las chicas, sentadas, parecían diosas, con sus ojos amorosos fijos en el Príncipe, y a la vista de su juventud, los cabellos de sus miembros se erizaban de lo grande que era su pasión.
De repente, se apareció una diosa, con una tez de color azul pálido, y pronunció la siguiente admonición al Príncipe:
“¡Oh, el más afortunado de los príncipes! No te ocupes del poder, y estate libre de la lujuria.
Si, como un elefante hundido en un pantano, tú, un héroe, te hundieras en el fango de la lujuria,
¿No mancillaría los hábitos de quien guarda los preceptos, que has llevado
En tus quinientas cincuenta y dos vidas anteriores
Cuando tomaste la forma de un pandita10 no engañado, un santo monje?
Por lo tanto, como los patos que buscan salir del jardín de lotos,
Busca tu ordenación en esta vida.
Las encantadoras y amorosas chicas que viven en esta ciudad
Son tentaciones enviadas por Mara para disipar el brillo de tus preceptos,
Por eso esperan traicionarte mostrándote su pasión.
¡Se sabedor de esto, Oh buen Príncipe!
Lo mismo que la Luna reflejada en el océano,
Tu pureza da lugar a más brillo, ¡Oh Príncipe!
Tu cabeza adornada con los cinco ornamentos sagrados que son como joyas
Envía un hechizo de fascinación entre la gente.
Puesto que tú has obtenido un cuerpo humano, tan difícil de conseguir,
Deberías de dedicar tu vida a escuchar, reflexionar, y practicar el Dharma,
Y, para eliminar todas tus dudas,
Deberías de buscar la guía de innumerables gurús”
El Príncipe sonrió, y respondió así al consejo de la diosa:
“¡Oh, que maravilloso! ¡Esto es bueno, esto es bueno, lo más excelente entre lo bueno!
El sabio encuentra deleite en el silencio del bosque,
Como los pavos reales que crecen con las plantas venenosas,
O como los patos que gozan en el agua de un lago.
De la misma forma en que los cuervos se divierten en los lugares sucios,
Así, la gente ordinaria se hacina en la ciudad.
Sin embargo, al igual que los patos buscan salir del estanque de lotos,
La gente sabia busca el bosque.
¡Qué diferencia respecto a la gente ordinaria!
Así, en el pasado, el Príncipe Siddhartha
Sintió repulsión hacia el próspero reino de Suddhodana, como si fuera un sucio pantano.
El buscó la Iluminación, renunciando a todas sus consortes reales.
Todos los humanos y dioses lo alabaron y veneraron.
Poseyendo las treinta y dos gloriosas marcas, y los ochenta marcas nobles de un rey del Dharma,
Alcanzó la Budeidad acompañada por los doce estados santos.
A no ser que yo renuncie a este reino,
Yo aumentaré la lujuria en el pantano del mal.
Todos los amigos incrementan la lujuria en el pantano del mal.
Todos los amigos son traidores enviados por Mara.
Toda riqueza no es más que un rio salado.
Ahora, haciendo uso de este cuerpo, yo alcanzaré la Iluminación.
El goce de los placeres que mana del deseo
Es tan vacío como el reflejo de la luz de la Luna,
Tan efímero como un eco,
Tan ilusorio como un espejismo,
Tan dependiente como un reflejo.
En este vasto océano de la aflicción,
Los ríos del nacimiento, decaimiento, enfermedad y muerte fluyen sin cesar.
En el pasado, yo he estado encadenado por el poder kármico de las acciones impuras,
Pero hoy, soy capaz de aprovechar esta vida, así que ¿Por qué no ir en pos del Dharma?
Estando determinado a buscar la liberación respecto a las cosas mundanas,
Me dedicaré al Noble Dharma bajo la guía de mis gurús”
Cuando la gente de esa ciudad oyó las palabras del Príncipe, lloraron: “Tales palabras parecen indicar que este Príncipe no reinará sobre el reino; pero si llegara a reinar, sería sin duda un rey del Dharma; sin embargo, buscando a mucha gente instruida y a los gurús, el emulará al Hijo de los Sakya”
Esto gritaba la gente a su alrededor, llenos de gozo y maravillados, mirando al Príncipe repetidamente, con sus ojos llenos de amor. Sin embargo, aquellas chicas de alta cuna que se habían sentido tan felices cuando habían visto al Príncipe, se sintieron estremecidas cuando oyeron sus palabras.
Buscando a sus padres, ellas hablaron esto: “El Noble Príncipe ha declarado que siente repulsión hacia el mundo, y que abandonará el reino para llegar a ser un santo monje, lo mismo que lo fue el Príncipe Siddhartha que renunció a su reina, y que no sintió apego hacia su pueblo. Ahora, todos nosotros, nuestros padres y los demás, tenemos que buscar el palacio y hacer todo lo que deba de ser hecho por medio de nuestra gran riqueza, para que la mente del Príncipe permanezca fijada en el reino. Esto es lo que nosotras, las chicas, os urgimos”.
Los ministros, padres, y súbditos hicieron los mayores esfuerzos para complacer al Príncipe, trayéndole chicas para que bailasen y cantasen para él. Entonces el Príncipe reunió en la ciudad y en las vecindades a ciento treinta jinetes armados vestidos con ropas de combate, y salieron de caza.
Eventualmente llegaron ante un Brahmín llamado Zitari, el cual tenía la apariencia de un Arhat. Vivía en una cueva, y se vestía pulcra y limpiamente con las ropas de un ermitaño, cuando llegaron estaba cantando una hermosa y melodiosa canción.
El Príncipe, mientras aún estaba sobre su caballo preguntó: “¡Oh, ermitaño! ¿Qué tipo de conocimientos has adquirido gracias al vivir en este sitio solitario, al comer comida pura, y al realizar hechos nobles; por renunciar a los bienes y placeres, y al observar una regla ascética estricta?”
El ermitaño, sin levantar sus ojos, le contestó al Príncipe así: “¡Oh, Príncipe! Las riquezas que poseen los brahmines y las personas reales son como las flores de verano, que pronto se marchitan; así pues, el poder de las acciones kármicas lleva a los estados de nacimiento inferiores, a los estados miserables.
Viviendo aquí, yo he aprendido que las riquezas no serán de ningún provecho en la siguiente vida. Temiendo nacer como un sucio insecto cazado en las ciénagas, como un resultado del comportamiento bestial infringido al ganado, a los perros, y a los cerdos, practicando la auto mortificación, yo habito en este claro del bosque. Percibiendo que no hay ningún valor en una riqueza ilusoria, y recordando la próxima vida, ahora vivo como un ermitaño”
Tras oír estas palabras, el Príncipe habló como sigue, buscando el leer en la mente del ermitaño a partir de su comportamiento: “Los ermitaños sois más arrogantes que los demás, no levantándose ni tan siquiera en la presencia de una persona de la realeza”
El gran ermitaño le replicó: “¿Qué tipo de persona de la realeza eres, y de dónde vienes? Puesto que yo no tengo ni amigos, ni enemigos, no sé nada sobre ti. Yo soy feliz sin riquezas en estos bosques. El único enemigo que tengo en mi vida es Yama, el Señor de la Muerte, y estando libre del orgullo, yo he dejado de prestar atención a las distracciones”
El Príncipe le replicó: “Soy del Reino del Estandarte Dorado de la Victoria, y soy un hijo del Rey Kalyana Shri. Hoy he venido a este bosque en busca de gente desafecta si la hubiera, y tú has cometido una ofensa al no reconocer a un miembro de la familia real”
El gran ermitaño continuó: “¿Es el que yo esté apartado de la raza de los humanos una ofensa? Yo no tengo maestro, ni sirviente, ni nadie que me proteja. Rey, cuando entres en la siguiente vida, no tendrás ni caballo ni compañero, tendrás que caminar solo. Hambriento y desnudo, tendrás que vagar solo entre la muerte y el renacimiento. Tu errar por lugares desconocidos, por países desconocidos, seguirá y seguirá. Un día ya no serás más el hijo de un rey. Es debido a razones como estas por lo que yo estoy en este lugar solitario”
Tras escuchar estas palabras, el Príncipe desmontó de su caballo, y le ofreció tres regalos, a saber sirvientes, caballos, y armas. Con las manos reverentemente juntas, el pronunció los siguientes versos:
“Para probar el conocimiento de Su Reverencia,
Yo pronuncié palabras que fueron duras y orgullosas.
Ahora, día y noche permanezco arrepentido, encontrándome disgustado con los asuntos mundanos.
Te ruego, oh ermitaño, que me recibas como tú discípulo”
El gran ermitaño contestó: “Ven, que pueda tu mente ser liberada del viento del orgullo. Qué puedas llegar a ser un líder de los gobernantes11”.
Diciendo eso, el ermitaño despertó en él la bodhicitta12, y le otorgó las bendiciones de las Tres Joyas. Entonces el Príncipe se levantó, y le ofreció al ermitaño carruajes y otros regalos como agradecimiento por las bendiciones de las Tres Joyas, y por el regalo de la bodhicitta.
El ermitaño, para hacer posible que el Príncipe recibiera todo el mérito, aceptó las ofrendas por un tiempo. Entonces, el le dio este consejo:
“¡Oh, Príncipe! Si sin haberlo pensado cuidadosamente, tú has hecho ofrendas suficientes para resolver los presentes problemas, y por tanto, lograr la grandeza en esta vida, esa es una forma de actuar egoísta de la que incluso los zorros y los lobos son capaces.
La iluminación no puede ser conseguida así ni tan siquiera por los Realizadores Solitarios13.
Incluso un sirviente puede llenar su boca con comida, pero un rey nunca puede encontrar satisfacción en esta vida.
Por lo tanto, Oh Príncipe, llena de celo tu corazón, y busca la Iluminación renunciando al reino”
A esto el Príncipe respondió:
“Yo estoy encadenado por mis reales consortes como un prisionero mimado.
Sobre todo, atado por los efectos de mi aflicción, yo estoy muy atado a mis parientes
Todos los cuales me traicionan mostrándome su amor.
Así es como me siento en este mundo enfangado. Ahora, yo no puedo soportar las acciones del Rey.
Por lo tanto, oh gurú, bendíceme”
A estas palabras el ermitaño replicó:
“Una de las grandes cadenas del mundo es un nacimiento elevado. El nombre más querido para Mara es “rey”, los principales mensajeros de Mara son los ministros reales. Ciertamente, las acciones del Rey pronto te harán daño. Por lo tanto, tú has de ir a Nalanda. Allí vive uno que ha sido tu gurú a través de las distintas vidas desde un tiempo inmemorial, Bodhibhadra. Recibiendo de él la bodhicitta, y escuchando el Dharma, entonces puedes llegar a estar cara a cara con la verdad. Este hombre tan instruido será de gran beneficio para ti”
Tras decir esto, el gran ermitaño, devolvió todas las ofrendas y continuó diciendo: “Vuelve a mi cuando llegues a ser un monje. Te guiaré con muchos buenos consejos”
Entonces el Príncipe, tras volver rápidamente a su capital, cogió oro, plata, y grandes riquezas con las que se dirigió a Nalanda seguido por sus asistentes.
El Rey de Nalanda, tembloroso, fue a recibir al Príncipe, mientras a cierta distancia aguardaban sus tropas y asistentes. Cuando se encontraron, él pronunció estas nobles palabras: “Oh, Príncipe, ¿De dónde has venido?, ¿Dónde has nacido, tú que eres como un monarca universal? ¿A dónde iras a someter a los enemigos del excelente Dharma? Yo, te he visto en la distancia, y he venido a recibirte”
El Príncipe le respondió: “Yo vengo de la tierra del Este de Bengala, del Palacio del Estandarte Dorado de la Victoria. Ahora, voy a derrotar al enemigo, el samsara. ¡Voy a subyugar al Mara de la Muerte!”
El Rey dijo: “Tú eres un hijo del Rey del Este de Bengala, el pio Rey Kalyana Shri, el rey que como un monarca universal ha resultado victorioso sobre muchos males. Es muy afortunado que un hijo de tal Rey haya venido a mi país. Vuestro Vihara de Vikramashila es como el palacio de una divinidad en el paraíso. El renunciar a un sitio tan maravilloso está más allá de la imaginación; los panditas allí son tan brillantes como el Sol y la Luna. ¿Por qué has venido entonces a buscar aquí a otro maestro, Oh gran Príncipe?”
El excelente Príncipe respondió: “En la gran institución religiosa de Nalanda, que es semejante a un vasto océano lleno de joyas, entre los panditas que son tan numerosos como las estrellas, vive el más excelente y venerable Bodhibhadra, quien me ha dicho el ermitaño que será mi gurú. ¡Te lo suplico, Oh Rey, que no me lo impidas!”
El Rey de Nalanda entonces contestó: “¡Grande, sin duda, es el excelente Bodhibhadra! ¡Es como la nevada Montaña de Tise, inmóvil, dando su resplandor! De la misma forma en la que el dios de la riqueza es rico en posesiones, así de rico es Bodhibhadra en nobles seguidores. Te ruego que vengas ahora a celebrar estas gozosas noticias con unos placenteros entretenimientos”
“Excelente” dijo el Príncipe.
Entonces el Rey de Nalanda, yendo en procesión con todos aquellos que habían ido a dar la bienvenida al Príncipe, se dirigieron a Nalanda con el acompañamiento de música. Al Sur de Nalanda, había un palacio llamado Samantabhadra Prasada, en un lugar conocido como Padamadesh, rodeado por innumerables casas. En este lugar, el Príncipe fue invitado a sentarse en un trono bellamente decorado, y el propio Rey de Nalanda le sirvió, y alabo su Realeza.
Más tarde, se fueron a donde estaba el gurú Bodhibhadra, en Nalanda. Al entrar en el Monasterio, el Príncipe se sintió extremadamente feliz de encontrarse con su gurú. Lo mismo le ocurrió al noble gurú Bodhibhadra; cuando supo de la llegada del Príncipe, se sintió lleno de alegría y, levantándose de su estera, pronunció las siguientes dulces palabras de Dharma:
“¡Así que has venido, Oh hijo del Rey del Dharma! ¿Florece nuestra religión en Bengala? ¿No te ha cansado el largo viaje?”
El excelente Príncipe contestó: “Mi padre tiene buena salud, y yo he venido aquí para buscar el Dharma. Y tras un viaje seguro, me he encontrado contigo hoy. ¡Oh, sabio que expones las enseñanzas del Buda! ¿No estás aburrido de tanto escuchar, reflexionar, y meditar?”
Ante estas palabras el gurú replicó: “Yo también estoy bien. Día y noche florezco gracias a las bendiciones del Santo Dharma. Toma asiento, ¡Oh Príncipe excelente! Y dime qué necesitas”
Entonces el Príncipe se postró reverentemente y, con su ofrenda de joyas, complació al gurú. Entonces, en tonos humildes, lloró: “¡Escucha compasivamente mis palabras, Oh Maestro de Todos los Seres! No puedo soportar el océano de sufrimiento que es el samsara. Temiendo sufrir debido a la trampa de un gran reino, fui con algunos acompañantes armados al bosque. Allí llegué ante el gurú Zitari que estaba viviendo allí. Entonces yo le pedí el regalo de la bodhicitta y, por la gracia de ese alto pandita, fui enviado a esta gran institución de Nalanda. Allí, dijo el ermitaño, bendecido por la divinidad en vidas anteriores, vive el noble gurú Bodhibhadra. Busca de él la bendición de la bodhicitta. Inmediatamente fui a mi palacio, y cogí regalos para las ofrendas. Hoy he llegado. Se amable conmigo en tú compasión, y otórgame la bodhicitta y muchas bendiciones”
Entonces el Príncipe se sentó inmediatamente. El gurú, entrando en meditación, le dio las bendiciones de las acciones correctas de cuerpo, habla, y mente, junto con la bodhicitta y otras bendiciones. Entonces le dio la siguiente admonición:
“Oh, Príncipe. Haz un buen uso de esta vida. Salvo que busques la liberación renunciando al reino,
Cuando tu karma te lleve a caer en los malos renacimientos, será demasiado tarde para arrepentirte.
Esta vida es una oportunidad preciosa para establecer una base sólida para todas las vidas.
Si no haces gigantescos esfuerzos, sino que pierdes esta valiosa oportunidad de obtener la liberación,
Oh, Honorable Príncipe, no serás capaz de obtenerla en el futuro.
No importa lo que tengas, ni el coraje que muestres, cuando el mensajero de la muerte te lleve a través del angosto sendero que lleva al más allá (siguiente vida), ningún poder, ningún protector, ni ningún arrepentimiento te serán de ninguna ayuda.
¡Oh, Príncipe excelente! Este es el Dharma que ha de ser ponderado.
Al Norte de Nalanda, allí vive uno que ha sido tu gurú en vidas previas desde tiempo inmemorial. Es conocido como el Príncipe Bodhikoyal; él ha pasado toda su vida meditando en sitios solitarios. No estando corrompido por la suciedad de los ocho extremos, está investido con la observación de los preceptos, y posee el poder de la profecía. Acércate a él, y recibe su enseñanza del Dharma”.
El Príncipe, habiendo oído estas admoniciones del gurú, con tristeza abandonó al valioso Bodhibhadra, para ir con el noble Bodhikoyal, ante quién se postró e hizo ofrendas, diciendo: “Soy un hijo del Este de Bengala. He partido del Palacio del Estandarte Dorado de la Victoria, he hecho mi camino hacia el Monasterio de Nalanda, y allí recibí la bodhicitta del venerable Bodhibhadra. El Venerable me advirtió: “No te quedes aquí, sino vete al Norte, donde vive uno que ha sido tu gurú en muchas vidas, desde tiempo inmemorial, que tiene por nombre Venerable Bodhikoyal. Acércate a él, y recibe la bendición de la bodhicitta. Este Venerable será de gran beneficio para ti.” A continuación, yo abandone con tristeza a mi noble gurú, y he venido lleno de gozo para estar cerca de ti. ¡Oh, Maestro! Yo no puedo soportar las acciones de mi padre. Tú, noble gurú, tienes que bendecirme”
Lleno de gozo, el eminente gurú pronunció estas palabras: “Es excelente que el Príncipe haya venido. Acércate, tú que eres para mí como yo mismo, y recibe mi bendición. Te hablaré de la verdadera naturaleza del Dharma con todo mi amor”.
Entonces el Príncipe, tras haberse postrado y tras presentar muchas ofrendas, humildemente se sentó sobre la estera. El Venerable Bodhikoyal administró la bodhicitta, y pronunció los siguientes versos como la esencia de su profunda enseñanza:
“¡Oh, Príncipe! Incluso estando dotado con las tres posesiones (gracia, gloria, y riqueza) en esta vida, ello sería perjudicial para hacer meritoria tú vida; el que poseyeras un cuerpo humano no serviría de aval. Y qué lamentable sería si tú perdieras las riquezas de las vidas futuras.
¡Oh, Príncipe! Como una vez dijo el Noble Nagarjuna: “Todas las cosas, tanto externas como internas, son vacías, son como un sueño, son ilusorias”. Quienes yerren a la hora de ponderar estas dos verdades serán engullidos por el sucio fango del samsara.
¡Oh, Príncipe! Tienes que fijar tu concentración en la vacuidad, insubstancial como el cielo.
Pero cuando, tras la meditación, sientas que todas las cosas parecen un espejismo,
Entonces ten en cuenta el karma y sus resultados”
Así hizo el gurú para transmitirle el profundo Dharma, por el que el Príncipe alcanzó el prayogamarga14y también alcanzó la absorción meditativa llamada surangama15.
Utilizando estas palabras, él describió lo que había percibido:
“¡Oh, Gurú! Tras entrar en samadhi16, yo percibí un estado de vacuidad similar a un cielo sin nubes, radiante, puro, y claro. ¡Oh, Gurú! ¿Es esa la naturaleza del Dharma? Entonces, tras salir de la meditación, yo no estaba preocupado por el apego, pero aspiraba a servir de beneficio a los seres sintientes. Yo reconocí la realidad del karma, incluso aunque todos los objetos se habían revelado como ilusiones. ¡Oh, Gurú! ¿Está mi práctica libre de error?”
El Gurú contestó: “Hombre afortunado. Tú eres un producto del mérito acumulado. Como monje, yo no exagero ni pervierto la verdad. Aunque a la hora de la concentración uno percibe que todos los objetos comparten la vacuidad del cielo, uno ha de contemplar a todos los seres con compasión una vez que la concentración ha sido realizada.
Esta es una exposición de las dos verdades, la absoluta y la relativa.
Es mi más preciosa enseñanza. Ahora, si deseas renunciar a tu reino, al Sur de las montañas de los picos negros, vive mi gurú Avadhuti. El, también fue tu gurú en vidas anteriores. Vete y obtiene el otorgamiento de la bodhicitta de él, y recibe las instrucciones que te llevarán a renunciar al reino”
Tras oír estas palabras de su gurú, el Príncipe, aún remiso a partir, reunió a sus asistentes para felizmente rendirle sus últimos homenajes. A continuación, se fueron por su camino como si estuvieran escoltando a un gran héroe. Mientras se iban yendo, el Rey de Nalanda presentó innumerables objetos preciosos y, siguiendo su caravana, escoltó al Príncipe durante más de tres millas.
Antes de que el Rey partiera, el Príncipe habló estas sentidas palabras:
“Aunque tú estás en un cuerpo noble, Oh Rey,
No has sometido al enemigo, el samsara.
Más tarde, cuando seas llevado encadenado por los ejecutores,
¡Bien! Sin duda que eso sería triste.
Por lo tanto, aprecia tu riqueza de Dharma.
Aunque tu buen corazón ha hecho posible nuestro encuentro, esto es transitorio por naturaleza, y se desvanece como los asistentes a una feria.
No consideres mi partida una pérdida, pero recuerda el amor que te tengo,
E intenta con fuerza vivir de acuerdo con la religión, con prontitud.”
El Rey respondió: “Hoy nuestro encuentro ha sido la más excelente de las buenas fortunas,
Estoy profundamente conmovido por haberte encontrado, Hijo de un rey religioso.
El que te marches me entristece más que la partida de mi propio hijo, pero rogaré para que podamos encontrarnos pronto de nuevo”
Entonces el Príncipe partió hacia el Sur del pico de las Montañas Negras, para encontrar al Venerable Avadhuti. El descubrió al noble gurú viviendo bajo el abrigo de ese pico oscuro, envuelto en una manta negra que cubría todo su cuerpo. Estaba sentado sobre la piel de un antílope moteado, con un collar de cuentas de meditación adornando su pecho. Su figura era corpulenta, y su vientre voluminoso. Sus ojos eran de un rojo pálido, su tez azulada, y era un hábito suyo el sentarse con una pierna parcialmente extendida. Aunque carecía de posesiones mundanas, él llevaba un cráneo en el que estaban reunidos los seres sintientes. Aunque era visto con frecuencia en aquel sitio, no tenía un lugar fijo para vivir.
El Príncipe desmontó cuando se hallaba aún a distancia y, bien inclinado, se aproximó al gurú, seguido por sus asistentes. El gurú, al encontrarse, con una mirada feroz y fija, habló como sigue:
“¿Ya ha sido tu orgullo interior completamente roto?
¿No estás torturado por los Maras?
¿No estás atrapado en el pantano de tu reino?
¿No eres engañado por las hijas de Mara?
¿Aún no se ha marchitado tu noble cuerpo?
¿Y por qué vienes aquí como el hijo de un rey?”
El Príncipe se postró, y replicó:
“Vengo de la tierra del Este de Bengala,
He venido libre del anhelo por mi reino,
He venido a obtener protección del samsara.
Yo fui a la gran institución de Nalanda,
Y recibí refugio del Venerable Bodhikoyal.
Ese gurú me ha enviado a ti,
Ahora, ¿Puedes darme refugio?”
Ante estas palabras el Venerable Avadhuti respondió:
“¡Oh, Hombre! Puesto que has nacido como un descendiente de la realeza,
¡Qué terribles cantidades de aflicciones tienes que tener!
¿Podrías, arrojando tu reino como quien arroja un escupitajo,
Soportar las acciones de Avadhuti?
¡La riqueza de un reino no es nada más que un lago de veneno!
¡Prueba tan solo una gota, y tu liberación estará en peligro!
¡La riqueza de un reino no es más que un pozo de fuego!
Solo con tocarlo te hará sufrir cruelmente.
Ve de vuelta a tu reino ahora,
Y vuelve a mí pronto, tras contemplar sus miserias”
El Príncipe, tras oír estas palabras del gurú, le rindió sus respetos, y partió para su reino. La gente, al ver a su Príncipe, reía deleitada, bailaban con gozo, y se entregaban a la canción y la música. Cuando el Príncipe llegó al palacio, el Rey y la Reina, gozosos, preguntaron:
“¿Dónde has estado, Oh Chandragarbha?
¿No estás cansado?
¿No sufriste viendo tanta miseria?
Es bueno que hayas venido a casa.”
El Príncipe les respondió a sus padres:
“Me fui a practicar alegres deportes en cada lugar
Me fui para encontrar la forma de vencer a los enemigos de la religión.
Me fui para buscar un gurú capaz de darme protección.
Me fui en busca de lugares solitarios en medio de las montañas y de las rocas.
Vi los defectos del samsara en todos los lugares en los que estuve.
Todos aquellos con los que me asocié, me hablaron de sus males.
Nada de lo que hice me trajo paz a la mente.
Ahora, voy a volver para seguir el Dharma.
¡Oh, padres! ¡Dadme esta oportunidad! “
A esto, sus padres contestaron: “¡Oh, hijo! Si te sientes afligido por el samsara, haz ofrendas a las Tres Joyas reinando sobre tu reino, satisfaciendo las necesidades de aquellos que son menesterosos con verdadera compasión; erigiendo siempre monasterios.
Medita en la compasión17 y en el amor desinteresado con ecuanimidad. Todos serán felices si te comportas de esta forma”
El Príncipe le respondió:
“Escucha, padre, si es que me amas. Aquí, en este palacio de joyas doradas, enredado por grupos de consortes cuyos encantos son tan difíciles de resistir, yo sufriré por apoyar a la sangha, y el amor desinteresado será algo amargo.
Contemplando este samsara,
Yo recojo los sufrimientos de todos los seres.
En lo que respecta al apego a este reino,
Yo no sentiré más apego hacia él que a una gota de saliva.
Día y noche, yo he estado pensando en los defectos de este reino.
Por muy cariñosas que estas traicioneras hijas de Mara puedan ser,
Yo no experimento el menor deseo.
Observando todas estas cosas ilusorias,
Yo reconozco que, entre las tres substancias puras tales como la cuajada, la leche, y la mantequilla,
O entre las tres comidas dulces tales como el azúcar, la melaza, y la miel,
Y, por otro lado, entre aquello que es suciedad inmunda como las personas leprosas, la carne de perro, la pus y la sangre,
No hay ni tan siquiera una partícula de diferencia.
Entre los espléndidos atuendos, la belleza de turquesas y corales, o los preciosos ornamentos de los dioses,
Y los harapos sucios y rotos, no hay un hilo de diferencia.
¡Para practicar la meditación, yo iré al bosque,
Retozaré en los ocho cementerios!
Iré al lugar de los yoguis,
A buscar la soledad en la que puede ser disfrutada la verdadera felicidad.
Abandonando todo apego, y considerándolo todo de forma imparcial,
Seré un mendicante.
Yo voy a los altos picos de la montaña,
Yo voy al gurú Avadhuti.
Yo voy al lugar de los yoguis,
A probar la esencia del Vajrayana.
Yo voy al país de Udyana.
Yo voy a entablar amistad con las dakinis de la sabiduría.
Yo voy al cielo de Akanishtha.
Yo voy a postrarme a los pies de Vairocana.
Yo voy al cielo de Tushita.
Yo voy a servir al noble gurú.
Yo voy a todos los cielos.
Yo voy a realizar ritos devocionales.
Yo voy al cielo Noble, a Sukhavati a disfrutar el deleite,
¡No me encadenes, no me encadenes, Oh Rey Kalyana Shri!
Permíteme ir al lugar de la salvación, Oh padre, si es que me amas.
¡No me encadenes, no me encadenes, Oh Reina Shri Prabhavati!
Permíteme abrazar la religión, Oh madre, si es que me amas.
Dadme ahora un poco de arroz y de vino, carne, leche, melaza, y miel,
Y algunas otras provisiones.
Yo voy al Venerable Avadhuti y allí, sirviéndolo,
Seré capaz de dominar mi mente”
Cuando estas palabras del canto del noble Príncipe llegaron a los oídos de sus padres, les parecía que estuvieran oyendo la canción de un rey Gandharva que confunde las mentes de la gente. Los padres, aturdidos por la canción del Príncipe, el dieron todo lo que quiso, sin objetar nada. Entonces, cogiendo el arroz y el vino, y las demás provisiones, el Príncipe se dirigió al bosque con una escolta de mil jinetes, y complació al Venerable Avadhuti con sus ofrendas. Todos ellos juntaron sus manos reverentemente ante al gurú, y se postraron a sus pies. El gurú acto seguido administró la bodhicitta, y los bendijo con las enseñanzas del Mahayana. En ese momento, el Príncipe parecía que fuera un monarca universal, protegido del peligro por su séquito de guardias y soldados montando sus caballos en medio del bosque, y pronunciando gritos marciales. Vigilando los alrededores y a él, lo mantenían a salvo, y le hacían ofrendas de música y canto.
Tras bendecirles, el gurú le ordenó: “Vete a la Montaña Negra. Ve al noble y bienaventurado Vajrayogui; él, quien ha propiciado al Señor de la Muerte sirviéndole como un espíritu asistente. Tienes que ir a ese noble Rahula. Obtén de él la bodhicitta, y gloriosas enseñanzas. El también fue tu gurú en vidas anteriores. No te quedes aquí, sino sigue tu camino felizmente”
Tras oír las palabras del gurú, el Príncipe, como un gran héroe yendo hacia la batalla, cabalgó con sus mil jinetes los cuales, bien pertrechados con escudos y cascos, tocaban música marcial, y blandían hachas, mazas, y lanzas cortas. Como cabalgaban hacia el monasterio, hicieron volar sus flechas, y el sonido metálico ocasionado por sus disparos se oía por todas partes.
En el Monasterio de la Montaña Negra vivían incontables yoguis y yoguinis. Mientras el augusto Vajrayogui estaba exponiendo el Tantra a sus discípulos, vio venir al joven Príncipe Chandragarbha. Aunque sabía que el Príncipe venía a buscar enseñanza religiosa, él generoso, con el motivo de hacerle una advertencia, arrojo un rayo en esa dirección. El rayo, en vez de caer en tierra, fluyó hacia una estupa en la Montaña Negra. Con gran asombro, los discípulos preguntaron: “¿Por qué el Príncipe ha venido con un ejército a visitar al gurú?”
A esto el gurú respondió: “Habiendo pasado durante quinientas cincuenta y dos vidas como un monje sin impurezas, como un gran pandita de los más instruidos, este hombre ha tomado un nacimiento excelente en Bengala, como el hijo del Rey Kalyana. A pesar de tan poderoso reino y de tan gran cantidad de súbditos, el no está apegado, sino que anhela practicar austeridades. En el pico de esta montaña vive Avadhuti y, como él profetizó, el Príncipe ha llegado hoy aquí. ¿No es esto maravilloso, Oh discípulos míos?”
Cuando el gurú hubo dicho estas palabras, todos ellos exclamaron: “¡Maravilloso!¡Bendito este día en el que el gran héroe ha venido”
Entonces todos se levantaron y dieron la bienvenida al Príncipe, mientras él aún estaba en la distancia. Cuando él desmontó, sus mil jinetes hicieron lo mismo. Entonces, entrando en el palacio del gurú, el Príncipe reverentemente se postró ante él, y dijo:
“Yo te ruego que me escuches, exaltado gurú. Aunque yo deseo la liberación renunciando a mi hogar, estoy atado por lo que es llamado mi ascendencia real; yo estoy en peligro de estar encadenado al reino de Bengala.
Yo he escuchado a Zitari, Bodhibhadra, Bodhikoyal y Avadhuti, a todos estos gurús que han logrado la sabiduría, el conocimiento más elevado, y el poder espiritual. Pero sin embargo, aún no he sido liberado de mi reino
Ahora, yo he sido enviado por ellos a ti, Oh Gurú.
¡Bendíceme con el poder de la bodhicitta y libérame de las cadenas de mi reino!”
Entonces el noble gurú colocó al Príncipe cerca del mandala y, otorgándole la iniciación de Shri Hevajra, secretamente le dio el nombre de Janna-Guhey-Vajra. Día y noche, el gurú derramó sobre él la lluvia de instrucciones, y estas eran seguidas de una iniciación18 que duró trece días completos, tiempo durante el cual, ninguno de sus asistentes durmió, sino que no hacían más que dar vueltas, jugando, cantando, bailando, y disfrutando de muchos tipos de música. Estos asistentes, solo pensaban en cuando aparecería el Príncipe. Cuando los trece días concluyeron, el Príncipe apareció vistiendo las ropas de Heruka (una deidad colérica) y, al ver a sus asistentes, les cantó himnos de exhortación. Mirando a sus tres posesiones (sirvientes, caballos, y armas), el lo percibía todo como carente de valor.
Entonces él pronunció la siguiente stanza:
“Todas las cosas están en un estado de absoluta inmovilidad, como el cielo.
Todas las cosas son vacías como un eco entre las rocas.
Un reino es tan carente de valor como las riquezas en un sueño.
Los asistentes son decepcionantes como los aquelarres de los magos.
Si yo no busco la liberación renunciando a todo esto,
No estoy bendecido, a pesar de mis méritos acumulados.
Día y noche, contemplando la naturaleza de los fenómenos
Y escuchando siempre el Dharma,
Yo haré un esfuerzo incesante”
Entonces, repentinamente aparecieron muchos divinos yoguis y yoguinis, como Hevajra Yogui; Karma Yoguini, que representa la naturaleza de la impermanencia; Vira Yogui, un maestro del más alto conocimiento y de los poderes espirituales; y los ocho pavorosos ascetas desnudos hombres y mujeres, que cogen en una mano flautas hechas con huesos humanos, y en la otra miembros humanos cuya carne es mordisqueada cuando ellos gritan HUM y PHAT.
Estos danzaron entorno al Príncipe, dándole este consejo:
“Dirígete a Bengala, y cambia a la mente del Rey. Hazle entender por qué tú has renunciado al reino. ¡Oh, Príncipe! Déjale que te permita volver al noble personaje, al yogui Avadhuti. Allí, vístete con ropa basta, y sustenta tu vida con comida burda. Abandona tu estera envuelta en sedas, y siéntate sobre la piel de un antílope. Abandona tus caballos y asistentes, y aprende a viajar solo como un mendigo. No tengas miedo, no temas, cuando estás buscando la liberación; ¡Particularmente ahora que estás cortando al poderoso adversario! ¡Vete ahora, nuestro gurú Hevajra te ordena esto!”
Entonces el Príncipe, habiéndose puesto sus ropas de ermitaño, montó en su caballo, rodeado por los mil jinetes. En el camino de vuelta, él cantó los siguientes versos Vajrayana:
“En la absoluta vacuidad de la mente vajra
Yo he buscado el imperecedero Vajrayana.
Oh, el más delicioso Vajra,
Mi pensamiento despierta a tu noble dignidad.
Por la claridad y pureza de Deva Vajra,
Es reflejada la sombra del karma, siendo liberado de toda acción imperfecta.
Por el poder de Ratna Vajra del mandala del cuerpo,
Miro al Anatta vajra sin miedo.
Por la perfecta sabiduría del Guhey Vajra, ¡Que pueda yo salir victorioso en la batalla contra el samsara”
Cuando el Príncipe hubo terminado esta canción Vajra, los cuatro grandes ministros de la corte, Mahamantri Shuravajra, Mahamantri Shatru Prabhanca, Mahamantri Jayatiraj, y Mahamantri Abhaya, cantaron con tristeza:
“¡Qué poderoso es el karma en este mundo!
En esta excelente tierra de Bengala,
De la cual la gente habla maravillas,
¡Qué grande es la prosperidad de su capital!
Agradable de ver el Estandarte Dorado. Magníficos son el Rey Kalyana y Shri Prabhavati, la madre de su pueblo.
Sin embargo, renunciando a sus consejeros, ministros y súbditos, como si fueran fantasmas,
El noble Príncipe prefiere vivir en la selva.
Abandonando sus caballos, carruajes, elefantes,
El andará descalzo como un plebeyo.
Posando sus vestidos y ornamentos, similares a los de un dios,
Se vestirá con una ropa ordinaria.
Abandonando su trono adornado como un pavo real,
El extenderá una piel de antílope en el suelo de una casucha.
Indiferente a la belleza de las mujeres de este reino, que son como diosas,
El vagará por los cementerios, devorando la carne de los cadáveres.
Nosotros, que sentimos tanta felicidad al verte cuando naciste,
Después de haber vivido con nosotros tan gozosamente, ¿Cómo puedes abandonarnos?”
Cantando esta triste canción, los ministros llegaron con el Príncipe a la capital, y tras su llegada al palacio, toda la gente oyó lo que ellos estaban cantando. Buscándolos con la mirada, los vieron, pareciéndose a los Deidades Guardianas de las diez direcciones prestas para ir a la guerra, eso inspiraban, tan valientes y poderosamente armados. El espectáculo era muy asombroso, y pleno de belleza y encanto. Los asistentes hicieron tan gran ruido con su tumulto que incluso el Príncipe estaba atemorizado.
Durante tres meses enteros, los ministros vistieron sus atuendos de guerrero, y mantuvieron a sus caballos ensillados. Unos participaban en carreras de caballos, otros actuaban en dramas y cantaban. Algunos se armaban con armas nuevas como si fueran a la guerra. Los yoguis y las yoguinis hacían cabriolas, y el Príncipe se comportaba como un loco en el centro de la capital, haciendo que todos sus súbditos reconocieran que no podía reinar sobre ese reino. Así que la gente comenzó a llorar.
Como si las bestias salvajes hubieran venido exigiendo el devorar la carne del pueblo, sus padres cayeron en una amarga lamentación, en particular el padre, que se lamentaba:
“En el momento de tu auspicioso nacimiento,
Vimos tan maravillosos prodigios que yo estuve seguro de que reinarías sobre el reino.
Y acorde con ello, mi mente estaba feliz.
¿Ahora qué pensamientos son esos que hacen que tú desees marchar para el bosque?”
El Príncipe replicó:
“Te lo ruego, escúchame, ¡Oh, Rey religioso!
Si yo reinara sobre el reino como tú mandas,
Aunque yo estuviera contigo naturalmente en esta vida durante cierto tiempo,
Nosotros, padre e hijo, nunca más nos encontraríamos en nuestras vidas venideras.
¡Qué vergonzoso sería, que yo estuviera, y que en vez de beneficiarte, te hiciera daño!
Es seguro, que renunciado a este poderoso reino yo realizaré el Sendero de la Liberación,
Y entonces en todas las vidas futuras alegremente nos encontraremos de nuevo.
Por lo tanto, te imploro que me des esta oportunidad”
Entonces la madre se lamentó:
“¿De qué sirve? Aunque es mucho lo que lo siento, su karma tiene un peso aún mayor.
Bien. Manda este joven a practicar la religión donde quiera que pueda ir.
Yo ruego para que pronto podamos estar juntos para siempre.”
El Príncipe, en cuanto amaneció, se fue al bosque con los yoguis y, encontrando a Avadhuti, practicaron el ascetismo, y aprendieron todo el Dharma del Camino del Medio sin apego. Desde la edad de doce años hasta los veinte, él practicó el ascetismo con Avadhuti escuchando, pensando, y meditando sobre una estera. Esto hizo que este Santo de gran compasión realizara cientos de diversas austeridades. Renunciando a su poderoso reino, como quien renuncia a una gota de saliva, él alcanzó la completa liberación.
Puesto que no existe ningún rival para tus logros, yo he encontrado en ti al más excelente maestro de religión. Yo, Dromtömpa, postrando mi cabeza, te rendiré humildemente homenaje hasta el fin del samsara. Te lo ruego, ¡Oh Gran Compasivo! Que olvides cualquier exageración o perversión de la verdad que pueda haber en este libro.
De esta forma finaliza el resumen, seleccionado del océano de los hechos de mi gurú, exponiendo las acciones virtuosas realizadas mientras alcanzaba la liberación a través de la renuncia a su reino.
ATISHA, EL VIAJE A SUVARNADVIPA
Narrado por Atisha.
¡Homenaje al Noble Maitreya y al Noble Avalokiteshvara!
Yo, el monje Dipankara Shrijnana (Atisha) partí para visitar al gurú Suvarnadvipa, un viaje que se prolongó durante trece meses. Cuando habían pasado cinco meses, un hijo de Maheshvara, deseando interrumpir mi bodhicitta, envió una fuerte tempestad de vientos contrarios, y a un gran leviatán que bloqueó el camino. Además, me fueron arrojados rayos desde el cielo.
Ante esto, meditando en el amor desinteresado y en la compasión, yo calmé las tempestades, y los seis grandes rayos fueron vistos formando un dibujo en el cielo. Pero aún el leviatán bloqueaba el camino a seguir, y debido a la violencia de las olas levantadas por esa violenta tempestad, el barco temblaba, y parecía como un estandarte movido por el viento. A veces brincaba hacia el cielo, y a veces se hundía en el océano como si cayera, tanto que las cuatro grandes velas fueron arrancadas por el viento; cuatro grandes trozos de bronce fueron arrojados al fondo del mar como anclas. Entonces, puesto que los cuatro grandes tambores estaban siendo golpeados en las cuatro direcciones, se producía un ruido insoportable; los relámpagos y los truenos aterrorizaban a mis temblorosos asistentes. Mientras yo estaba meditando en el amor desinteresado y en la compasión, el pandita Bhumisara me rogó esto a mí, a su gurú:
“Levántate, levántate, ¡Oh gurú compasivo!
Con seguridad tú tienes que tener enemigos en esta tierra,
¿Por qué fue creado este espantoso fenómeno por las fuerzas hostiles al Dharma?
Te lo ruego, con tu gran compasión, calma esta tempestad.
Está destinado que todos los seres han de ser liberados del samsara,
¿Por qué se les permite a los malvados el afligirnos de esta manera?
¡Ay! ¡Mira cómo sopla la tempestad, y cómo caen los rayos sobre nosotros!
¡Mira al gran leviatán bloqueando nuestra ruta!Te lo ruego, sálvanos de este peligro.
Mira cómo el océano es agitado por el viento.
¡Y las olas se alzan hasta el cielo!
¡Es pavoroso este estruendo de los truenos, es pavoroso este rojo relámpago!
Ah, ¡Cómo se zarandea el barco, con la agitación del mar,
Flotando hacia el cielo, y hundiéndose en las profundidades del océano!
Te lo ruego, Señor, sálvanos de este terror.
Atraídos por tu conocimiento que es ilimitado como el cielo,
Las huestes de los asistentes y guardianes del Dharma se reúnen en torno a ti como águilas.
Si estos seres volando alrededor en el cielo son capaces de eliminar los obstáculos,
¿Por qué no pueden protegernos de los obstáculos que afrontamos hoy?
¡Qué poco compasivos son ellos, quienes habitan en lugares solitarios!
Ahora vosotros, dakinis y guardianes del Dharma, que protegéis tanto a los practicantes tántricos como a los demás,
Vosotros, héroes y heroínas, vencedores de las fuerzas hostiles y dioses de la sabiduría.
Vosotros, dioses que protegéis al virtuoso, y que ahora nos rodeáis por todas partes, aquí en este gran océano,
Os lo ruego, por vuestros misericordiosos poderes, ¡Rechazad a nuestros enemigos!
¡Que pueda la victoriosa deidad tutelar, el Bhagavan Rojo (Yama. El Señor de la Muerte)
Que es invencible para los enemigos, y que está rodeado por sus amedrentadores servidores,
Que puedan los devotos asistentes de los diez espíritus airados,
Los protectores de los ocho miedos, la diosa de las bendiciones y de la prosperidad,
Venir todos a ayudar a nuestro santo gurú! 0h, exaltado Buda, Señor del Dharma.
¡Oh, inmaculado Avalokiteshvara,
Tú que alivias el sufrimiento de todos los seres como santos gobernantes, padre e hijo,
Ha llegado el tiempo de ayudar a tus parientes con tu gran compasión!
Haz llover el agua pura de tus bendiciones continuamente”
Yo los oí claramente pronunciar esta maravillosa oración. A continuación, yo me transformé en el Bhagavan Rey Yama, de color rojo, con un vientre poderoso, el pelo oscuro y largo, y con los ojos que observaban las diez direcciones. Al igual que yo, otras deidades izaron sus armas mostrando fieros ademanes. Nuestras manos derechas sostenían vajras que apuntaban hacia el cielo; nuestras manos izquierdas portaban lazos apuntando con gestos19 airados.
Entonces, nosotros arrojamos nuestros vajras, los cuales fueron girando a través del cielo, impactando contra las montañas, rompiéndolas en pedazos, y se hundieron en las profundidades de la tierra dorada. Simultáneamente, el gran océano estaba tan agitado que el agua hervía con la roja sangre del leviatán, cuyos huesos estaban limpios de carne.
Entonces esa criatura apareció en el barco bajo la forma de una joven de complexión pálida. Tras postrarse, ella pronunció estas palabras mientras tenía sus manos juntas:
“¡Oh, Rey de la Cólera! Poseedor de grandes poderes,
Supremamente misericordioso, único protector de todos los seres,
Estoy enferma del terror. Ahora te ruego, ¡Perdóname en tu gran compasión!”
Entonces, cogiendo un cetro vajra en mis manos, yo exclamé:
“¡Hum! Yo soy el soberano de todas las vidas.
Mío es el poder de la gran compasión, y por consiguiente yo no te he destruido.
Por tanto, tú no has de predicar a mis discípulos doctrinas heréticas,
Ni tampoco las palabras de quienes cuentan el futuro,
O de los sacerdotes mentirosos, o de cualquier tipo de doctrina falsa,
Porque yo soy el soberano de tú vida”
A continuación, ella con una voz melodiosa, dijo:
“Oh Señor de gran compasión, escúchame.
A los seguidores que tú has convertido, yo nunca les predicaré un Dharma falso.
Por lo tanto, te suplico que me otorgues tu amorosa atención mi,
Puesto que mi vida está en tú poder.”
Una vez que ella hubo dicho esto, un hombre joven de tez blanca apareció desde cerca del barco, y pronunció estas palabras:
“Balpo, no hagas el viaje a los Himalayas, ni navegues en este barco a las Islas de Tamradvipa.
¡Detén tu viaje! ¡Pon fin a tu viaje!”
Entonces se oyó una voz celestial gritando: “¡Desaparece Hrih Yaksha!”
La tempestad, las olas, relámpagos y truenos fueron dominados, y el gran barco volvió a la tranquilidad. La gente que lo acompañaba en el barco recupero sus sentidos, y se entablaron alegres conversaciones entre ellos. Entonces yo, el gurú, aún con la forma del colérico Yama, inspeccioné la cubierta, y puse el cerrojo vajra al vaso.
Entonces el gran barco entró en una gran calma, y permanecía inmóvil como una isla; y cuando iba a descubrir la causa, escuché las voces risueñas de algunas muchachas, y estuve mirando para encontrarlas. Entonces, aún determinado, y bajo la forma del Rey Colérico, me metí andando en el océano, el cual solo me llegó hasta las rodillas, y dirigí el barco de Este a Oeste como un hombre joven que manejara un abrevadero de madera, la parte superior de mi cabeza se perdía entre las nubes.
Desde los costados del barco, veintiuna muchachas20, mirando hacia atrás, gritaban: “Si nosotras, las hermanas no hubiéramos estado allí, ¿Habrías sido tan poderoso hoy?”
A ellas les rogué:
“¡Homenaje a la Tara que protege de los ocho miedos!
¡Homenaje a la Tara que aumenta la prosperidad!
¡Homenaje a la Tara que bloquea las puertas que llevan a los estados indeseables!
¡Homenaje a la Tara que lleva a los seres al camino del cielo!
Siempre hemos estados protegidos por vosotras, y aún buscamos vuestro refugio”
A esta oración las muchachas respondieron:
“Si tú no hubieras estado aquí, tendríamos que haber ido a Savabhavana, la ciudad de los heréticos, a destruirla dejándola en sus átomos.
Entonces, oyendo el sonido de tú plegaria, hemos parado para descubrir quién era.
Realmente tú eres el más noble entre todos los seres.
Por lo tanto, hemos venido aquí a ayudarte.
Oh, no dejes que el poder de esa chica pálida llegue a hacerse más fuerte.
Ello llevaría a grandes desastres. Nunca dejes que esta joven abandone este barco a partir de ahora, Balpo”
Entonces, llamando a Bhumisara, exclamaron:
“Reverendo, lanza estas flores celestiales sobre Savabhavana, y nosotras, que somos un tipo de seres fuertemente inclinados hacia el Dharma, aceptaremos la bodhicitta, y buscaremos refugio en las Tres Joyas”.
Tras oír esto, el pandita Bhumisara, haciendo un mudra con sus dedos, cogió un rayo vajra, y lo envió girando a través del cielo hasta Savabhavana, la ciudad de los herejes, en el Norte, donde vivía la Diosa Caracaka, destruyendo al templo y a la diosa. El lanzó de nuevo un rayo vajra sobre el dominio de Maheshvara, y lo estrelló contra la tierra. Una parte de esta chispa alcanzó a este rey de los herejes, y destruyó la mitad de su cuerpo. Otra chispa de relámpago cayó sobre el palacio del gobernante de los Turuks, e interrumpió las comunicaciones entre los mongoles y Buddha Gaya durante trece años. Una chispa cayó en la tienda negra del Rey de Shangshung, y destruyó a los devotos de Bonpo, excepto a uno o dos supervivientes que huyeron a las montañas del Himalaya. Una chispa de un relámpago destruyó el Palacio Negro, en el océano venenoso del Sur, y frenó el progreso de la enfermedad llamada cáncer.
Una chispa de un relámpago cayó sobre Lanka, y rompió en pedazos el palacio del rey demonio caníbal de Lanka, y por lo tanto, el comer carne humana cesó.
Entonces Bhumisara pronunció estas palabras de orgullo:
“Yo soy el maestro de esta tierra,
Yo estrellaré a las fuerzas del mal contra la tierra.
El Gran Héroe es mi maestro.
El Rey Hayagriva, quien relincha terriblemente en la tierra de Udyana, destruye y reduce al polvo a Maheshvara.
¡Y posteriormente demuele el poder de las deidades Bonpo!
Om Padma Takrita Vajra Krota Hayava Hulu Hulu Hum Phat.”
Yo escuché decir esto. Entonces, después de un rato, el Bhagavan Rey Yama se desvaneció, y yo cambié mi aspecto por el de un santo monje. Mis seguidores cayeron en un éxtasis de gozo, y entonces ellos oraron:
“Tú, el rey espiritual, puedes ser comparado a la montaña de joyas
Que surgió de forma milagrosa, y que no fue hecha por manos humanas.
Por el poder de tus gloriosas señales de sabiduría,
Nos haces disfrutar de una profunda satisfacción.
¡Excelente, Oh Maestro del Poder!
Ve con nosotros sobre este océano,
Señor; y cuando el peligro aceche,
Tomaremos refugio a tus pies.
¡Te rogamos para estar seguros de que nos salves!”
Después de esto, durante veintiún días no tuvimos que afrontar ningún riesgo, sino que cuando el miedo al peligro pasó, izamos las cuatro grandes velas, y elevamos al barco las anclas de bronce. Entonces, navegando con viento favorable día y noche, pasamos en el océano dos meses y medio, de forma continua. De nuevo, tras siete meses del comienzo de nuestro viaje, la tempestad acometió la proa de nuestro barco, haciéndonos retroceder la distancia de un día de viaje. Sin embargo, la tempestad se aplacó debido a nuestras plegarias a las Tres Joyas,a las dakinis, y a los protectores del Dharma. Pero, como no soplaba viento favorable, tuvimos que permanecer en aquel lugar durante medio mes, lo cual fue causado por nuestro mal karma. Tomando de nuevo al amor, la compasión, y la bodhicitta como nuestros objetos de meditación, tal y cómo hacíamos antes, navegamos con un buen viento, y finalmente alcanzamos tierra tras navegar durante otros dos meses y veintiséis días.
Esto finaliza el resumen de cómo Atisha encontró dificultades en su búsqueda de su gurú y del Dharma, y cómo derrotó al Maheshvara del océano.
¡Homenaje al Noble Maitreya y al Noble Avalokiteshvara!
Tras cruzar el gran océano, nos acercamos a seis meditadores, discípulos del gurú Suvarnadvipa, que vivían en la Estupa Dorada de Sukhagati, que fue establecida por un rey tibetano. Estaba rodeada al Norte por la selva de Suvarnadvipa, al Sur por bellos lotos, al Oeste por un bosque de bambúes, y al Este por una tierra de cocodrilos. Allí vivimos con ellos durante catorce días, en los que hicimos preguntas detalladas sobre el gurú Suvarnadvipa, tales como el grado de Dharma que él había alcanzado, qué inmaculada tradición monástica seguía, cuál era el grado de conocimiento que tenía de las escrituras, cual era la profundidad de su comprensión de este conocimiento, etc. Todas estas preguntas les fueron hechas a los meditadores.
Los meditadores nos narraron la vida de su gurú sin añadidos, ni exageraciones. Después sentimos tanto gozo como si hubiéramos obtenido el décimo Bhumi21
.
También los meditadores hicieron preguntas sobre mi vida a Bhumisara y los demás, quienes contaron cómo yo había entrado en la sangha tras haber renunciado a mi reino, y cómo yo había dominado las incontables escrituras tras haber escuchado a innumerables gurús.
Cuando ellos describieron la vastedad del conocimiento que su maestro poseía, los meditadores preguntaron: “Bien, este gran pandita es un abad Indio conocido por el nombre de Dipankara Shrijnana, ¿Verdad?”
Bhumisara respondió:
“Si, él lleva ese nombre del Segundo Buda, bien conocido en esta tierra.
Todos los cincuenta y dos famosos panditas le honran grandemente.
Es admirado por los seguidores de todas las escuelas del Budismo, ambas la Mahayana y la Hinayana.
¡Sin duda que ha ganado buena fama el nombre de nuestro gran abad Indio!”
Los meditadores continuaron:
“¡Qué excelente es que este Maestro de la Tierra haya venido aquí, a este lugar!
Oyendo su dulce voz, nos sentimos movidos a verle.
Nosotros somos afortunados de estar aquí el día en que este gran erudito ha llegado en el barco.
¿No fuisteis obstruidos por Mara en vuestro camino?
¿No sufristeis ningún daño de los leviatanes o de las tormentas?
Y durante el lago viaje, ¿No tuvisteis problemas por falta de comida?”
Bhumisara respondió:
“Durante nuestro viaje de trece meses, el gran Maheshvara nos envió un leviatán contra nosotros, y levantó una gran tempestad.
Pero concentrándonos inmediatamente en nuestra meditación en el amor y la compasión,
Mara fue vencido, y todo volvió a estar bien otra vez.
Navegando una vez más en nuestro barco, nuestro Señor entró en el samadhi de Akashakosh, y todas las fuerzas malignas fueron tranquilizadas,
Y así ninguna fatiga ha caído sobre estos ciento veinticinco seguidores”
Los meditadores, tras oír estas palabras del pandita Bhumisara, vinieron a mí con gran gozo, y pronunciaron este humilde discurso:
“Hemos oído hablar de tu reputación incluso desde muy lejos,
Ahora que tenemos la oportunidad de encontrarte, estamos llenos de gozo.
Ahora, el gran pandita ha venido aquí, entre nosotros, y nosotros no sabíamos nada de tu llegada, tan profunda era la oscuridad de nuestra ignorancia.
Ahora con cuerpo, habla, y mente, te rendimos el más humilde respeto”
Y diciendo esto, se postraron a mis pies.
Yo, en respuesta, habiendo eliminado el orgullo, les rendí homenaje a ellos.
Entonces, los meditadores preguntaron de nuevo:
“¿Para qué propósito particular ha venido aquí el pandita?
Estamos aquí para ayudarte; por lo tanto haznos saber tus ruegos”
Yo respondí: “Yo he venido a el magnífico Suvarnadvipa,
He venido a hacer un completo uso de este noble don de poseer un cuerpo humano.
Por lo tanto, todos vosotros deberíais de acercaros al gurú, y rogarle que cumpla mi deseo”
Acto seguido, los meditadores fueron al noble gurú Suvarnadvipa, y le dijeron:
“Te lo rogamos, escúchanos, noble gurú. Hoy, ha llegado a esta isla un abad Indio llamado Dipankara Shrijnana junto con sus ciento veinticinco seguidores. Navegando a través del vasto océano durante trece meses, han sometido a los maras, herejes, y al gran Maheshvara, gracias a la meditación en maitri y karuna. Han llegado hasta el lugar en el que estábamos sin ningún signo de fatiga en el cuerpo, habla o mente; y nosotros, habiendo escuchado sus discursos de Dharma durante catorce días, estamos llenos de gozo y deleite. Ahora, él desea hacerte una visita. El gran pandita desea estudiar la Prajnaparamita, la cual ha dado lugar al nacimiento de todos los Budas de los tres tiempos;y también desea desarrollar la mente de la Iluminación y las realizaciones que resultan del estado del más elevado éxtasis. El desea también practicar el Mahayana, y también otras doctrinas entresacadas del océano de la enseñanza del gurú, día y noche, continuamente. Por lo tanto, en tu gran compasión, dale esta oportunidad”
Tras oír estas palabras, el gurú Suvarnadvipa replicó a esto:
“¡Excelente, el Maestro de la Tierra ha venido!
¡Excelente, el Hijo del Rey ha venido!
¡Excelente, el Señor de Todos los Seres ha venido!
¡Excelente, el Gran Héroe ha venido!
¡Excelente, el ha llegado con sus seguidores!
¡Excelente, el ha superado todos los obstáculos!
¡Excelente, el ha ganado una vasta reputación!
¡Excelente, el ha llegado con total sinceridad!
¡Oh, monjes, poned vuestros hábitos, y preparad la recepción de este Noble”
Los quinientos treinta y cinco monjes presentes, vistiendo sus tres hábitos de color similar, de pie, sosteniendo vasos de agua santificada, y címbalos de metal, parecían tan impresionantes como Arhats. Como estaban acompañados por sesenta y dos novicios, dirigidos por el gurú Suvarnadvipa, sumaban quinientos noventa y siete personas que habían renunciado al mundo. Desde la distancia, podíamos verlos de pie formando una línea para recibirnos.
A continuación nosotros experimentamos el más alto placer, excitación, y regocijo, como si estuviéramos en la presencia del exaltado Buda, rodeado por Arhats. En cierto momento, yo solicité la presencia de cuatro upasakas para que desempaquetaran los artículos transportados a las espaldas de dos elefantes. Entre nosotros, rindiéndole homenaje al gurú, había panditas bien versados en las cinco ciencias, y monjes expertos en el Tripitaka. Todos estos monjes llevaban sandalias, y lucían los tres hábitos excelentemente teñidos con el jugo del azafrán de Cachemira, ya que era ese el admirable atuendo de la escuela Mahasangika del Budismo. Auspiciosamente, cada uno llevaba una escudilla de hierro común en buenas condiciones, un recipiente cilíndrico de cobre hecho en Magadha, y utilizado como jarro de medida con una capacidad de una drona, y una vara de metal, todo como fue decretado por el exaltado Buda, además de otros objetos rituales bellamente realizados. Todos los panditas vestían humildemente sus bonetes de pandita, y portaban abanicos blancos. De entre los grandes panditas estaban Sukhagati, Dharmamitra, Kalasasambhava, Shuravajra, Devamati, Ravigupta, Bhumisara, Jannasara, Veghaindra, Danashrimitra, Prajabhadra, Suchandra, Samantabhadra, Guptasara, Anantamati, Samadravici, Rajsemeru, y Shuralalita, entre otros; el monje Jannabhadra y otros expertos en el Tripitaka, ciento sesenta y ocho monjes, trece novicios (shamanera) y otros cuatro grandes monjes, siendo en total ciento ochenta y cinco, quienes me seguían. Dispuestos de forma que no estuvieran ni demasiado cerca, ni demasiado lejos unos de otros, ellos caminaban en línea, como un arco iris lleno de colorido, hacia el lugar en el que vivía el Gurú Suvarnadvipa.
Los dioses, viendo esta proyección de las tres perfecciones, a saber, gracia, gloria, y riqueza, hicieron caer una lluvia de flores. Aunque yo había tenido una relación espiritual con ese gurú desde tiempo inmemorial, aun así, estando allí para recibir instrucciones de Dharma que yo nunca había oído anteriormente, y por el bien de los panditas que me siguieron, yo me postré a sus pies. Entonces los seguidores del gurú percibieron que todos mis discípulos estaban al unísono observando las prácticas y sosteniendo las visiones correctas, puesto que todos ellos fueron enseñados por mí. Los discípulos del Gurú Suvarnadvipa, viendo todas estas cosas, fueron vencidos por la gloria de mis grandes seguidores, y se postraron también ellos ante nosotros.
Por el tiempo que pasé estudiando allí, fui honrado tanto en Tibet como en India. En el momento de mi visita, yo poseía un vaso enjoyado, que en su parte baja tenía un gran ensanchamiento, y su cuello era largo, con una forma tal que el agua caía formando una línea recta desde el bocal. Este vaso enjoyado, el cual era completamente transparente, de forma que todo su contenido podía verse desde fuera, lo llené yo ahora con objetos preciosos (oro, plata, perlas, coral, y malaquita), y se lo ofrecí al gurú. Mis seguidores también ofrecieron una moneda de oro a cada uno de los discípulos del gurú Suvarnadvipa.
Entonces el noble gurú Suvarnadvipa habló en verso sobre las dificultades que experimenté en mi camino, diciendo:
“¿Practicas el Vinaya con total fe, reverendo Señor?
¿Tienes paciencia, reverendo Señor?
¿Estás aferrado a la práctica de la gran compasión, reverendo Señor?
¿Has venido aquí como un rey del Dharma?
Yo he oído hablar de tu fama desde la distancia,
Y, al encontrarte hoy, ¿Cómo podemos no alegrarnos de tu llegada, reverendo Señor?
Tras realizar tus amplias labores en la sagrada tierra de India para el beneficio de todos los seres
¿Los protegías a todos con tu gran compasión sin parcialidad, reverendo Señor?
¿Te has esforzado bien en el Dharma desde que llegaste a ser un pandita, reverendo Señor?
¿No te protegieron muchos gurús, reverendo Señor?
¿No se responsabilizaron muchos panditas para otorgarte el Dharma, reverendo Señor?
Hoy es afortunado el que hayas llegado a este lugar. ¡Oh, Señor de los Seres! Yo he oído
Que durante trece meses tú has navegado a través del océano.
¡Qué verdaderamente maravilloso es el que hayas superado esas enormes dificultades!
Yo he oído que sometiste al Maheshvara.
¡Qué maravilloso que hayas hecho que tu nombre resuene!
Es asombroso que hayas vencido tus miedos, pandita,
Habiendo viajado desde tan lejos.
¿No estás agotado en cuerpo y mente?
¿No hubo obstáculos creados por los poderes malignos?
¿No te sentiste desanimado, Señor?
¡Qué auspicioso es este día de la llegada del gran pandita!
Algunos de mis discípulos están meditando en lugares dispersos,
Pero el resto de nosotros hemos venido aquí a recibirte.
¡Qué afortunados somos de tenerte aquí!
Dirijámonos ahora hacia el monasterio
Donde muchos están congregados en la arboleda.
Las circunstancias de tu viaje las trataremos más tarde.
Vamos, hablemos ahora de temas espirituales”
A esto, yo contesté:
“Si, reverendo, yo he venido desde la parte centro de India.
Y, de acuerdo con el Dharma, yo he afrontado los obstáculos,
Gracias al incesante poder conferido por las Tres Joyas.
El tenebroso Maheshvara fue derrotado debido a su acumulación de mal karma.
Nosotros hemos mantenido nuestros tres dones de cuerpo, habla, y mente libres de los poderes del mal,
Y así hemos podido llegar bien y sin cansancio.
¿Vives aquí disfrutando de buena salud, sin estar cansado por tus esfuerzos en el beneficio de los seres, Señor?
¿Vives aquí serenamente, hablando sobre el inimitable Dharma, Señor?
¿Vives aquí con un océano de sabiduría que lo abarca todo, puesto que has dominado a las huestes de Mara, Señor?
Yo he oído que tú, Oh gurú, eres un maestro del Dharma que está viviendo aquí, en Suvarnadvipa,
Y que predica a todos los seres, día y noche,
Con el más profundo amor y compasión.
Por lo tanto, te lo suplico, Oh Omnisciente, que seas mi gurú.
Con tu conocimiento, infinito como el cielo,
Te ruego que incrementes mi sabiduría”
Esto le supliqué.
Los monjes exclamaron al unísono:
“¡Qué afortunado que el hombre noble haya venido!
Nosotros también sentiremos placer en escuchar el Dharma contigo”
Entonces todos nuestros acompañantes se dirigieron a la arboleda, donde yo le rendí respeto a un anciano monje Theravada22 que estaba allí predicando el Dharma a algunos discípulos. En ese instante, él no me devolvió ese gesto de respeto. Más tarde, cuando yo estaba sentado en la habitación del gurú, en el Palacio de la Sombrilla Dorada, ese mahathera23, que ya había finalizado la prédica, se aproximó, y rindiéndome respeto, habló así:
“¡Somos afortunados de que el hombre noble haya venido aquí! El que no te haya dado la bienvenida hasta ahora no es debido al orgullo; era que yo recordé que la mejor forma de complacer a un Noble es continuar con la labor de Dharma de cada uno”
Al escuchar estas palabras, yo respondí con gozo:
“Es admirable que tú tengas tan buena comprensión tanto del Dharma, como de la naturaleza de la persona”
Entonces, cuando estábamos correctamente instalados en nuestros aposentos, el gurú nos dio un curso en quince sesiones sobre el Abhisamayalankara(Ornamento de la Clara Realización de Maitreya), dándonos una lúcida exposición de la ley de la originación dependiente.
Después de esto, yo pasé día y noche escuchando, reflexionando, y meditando en el Palacio de la Sombrilla Plateada.
Esto finaliza la historia de cómo Atisha fue a Suvarnadvipa, y encontró al gurú.
EPÍLOGO.
Atisha y la Restauración del Budismo en Tibet.
Compilado por el Colegio Tibetano de Entrenamiento de Maestros, Dharamsala, India.
Lha Lama Yeshe O, Rey de Mañjushri (una provincia del Tibet Occidental), cuyos santos esfuerzos permanecían inconclusos, envió a muchos discípulos instruidos a India. Después de que hubieran aprendido sánscrito, se les pidió que tradujeran una gran cantidad de volúmenes de Sutra y Tantra. De entre sus traductores Rinchen Zangpo llegó a ser el más destacado.
Lha Lama también patrocinó la construcción del Monasterio de Todinpel.
El Budismo, en Tibet, había sido suprimido por el Rey Langdarma, y por lo tanto, tan solo se podían encontrar unos pocos monjes plenamente ordenados en Tibet, durante los setenta años que siguieron a su reinado. Sin embargo, en aquellos tiempos, gracias a los servicios prestados por el religioso Rey de Ngari, se construyeron monasterios para los monjes.
A pesar de ello había un conflicto puesto que los seguidores del Vinaya se oponían a los seguidores del Tantra, y viceversa. Por lo tanto, mientras que todos ellos se adscribían a una u otra escuela de forma nominal, era raro encontrar a alguien que entendiera tan siquiera una parte de las enseñanzas, eso por no hablar de las prácticas y doctrinas del Mahayana en su conjunto.
Esta fue una época en la que muchos indios vinieron a Tibet para obtener oro, y estas personas, pretendiendo poseer unos grandes conocimientos sobre Tantra, se comportaban de forma fraudulenta, empleaban magia negra, y embaucaron a muchos tibetanos.
El Rey Lha Lama se sentía triste viendo esa situación. Así que envió a Gyatsundru Singhe y a otros a India, con la esperanza de que fueran capaces de traducir las escrituras y, en particular, de que pudieran invitar a notables panditas, lo cual sería de verdadero beneficio para el Dharma. Habiendo impartido estas órdenes, mandó con ellos una gran cantidad de oro. Los discípulos, tras un largo periodo de investigación, no encontraron a nadie que fuera superior a Atisha, pero puesto que fueron incapaces de llevar con ellos al pandita, volvieron a Tibet, y le contaron las razones de ello al Rey de Ngari.
Lha Lama, deseando invitar al pandita para que reinstaurara la inmaculada doctrina, volvió a recoger una gran cantidad de oro, y envió en busca de más. El Rey de Garlog, sabiendo que Lha Lama estaba buscando oro para invitar al pandita, dio esta orden: “Los antepasados de este hombre hicieron mucho por la difusión del Budismo en tiempos pasados. Por lo tanto, a no ser que sea hecho prisionero, él invitará al pandita, y el Budismo se difundirá de nuevo. Así que capturadlo, y encerradlo”. Cumpliendo esto, Lha Lama fue capturado y confinado en prisión.
Al conocer estas noticias, Jangchub O partió con cien jinetes para liberar a su tío, pero el Rey de Garlog era capaz de oponerle una fuerte resistencia; Jangchub O pensó que puesto que costaría muchas vidas, no sería sabio el librar una guerra contra él. Además, si pudiera ello suponer un peligro para la vida de Atisha, no sería posible el invitarle. Por lo tanto, pensando en liberar a su tío por medios pacíficos, esto es, pagando un rescate, se encontró con el Rey de Garlog, pero el Rey respondió: “Debéis de abandonar vuestra intención de invitar al pandita, y rendirme vasallaje, o sino deberás de traerme el peso en oro de Lha Lama”
Entonces Jangchub O trajo con él cien monedas de oro como rescate, pero el Rey rehusó a aceptarlas. La próxima vez, trajo con él el equivalente en oro al peso de Lha Lama, pero fue rechazado de nuevo.
Entonces Jangchub O se dirigió hasta la puerta de la prisión, y exclamó: “Oh, compasivo, sería inútil el librar una guerra contra el Rey de Garlog, puesto que el karma de las vidas anteriores ha caído sobre nosotros. Es mejor para ti el morir aquí por el bien del Dharma que el vivir bajo el dominio de un hombre tan malvado. Con este pensamiento, yo le traje el equivalente al peso de tu cuerpo en oro, pero aún así el lo rechazó. Volveré para liberarte cuando también haya reunido el peso de tu cabeza en oro. Hasta entonces, mantén tu mente centrada en el karma, ruega a las Tres Joyas, y acumula méritos meditando en la compasión”
Cuando oyó esto, su tío sonrió, y dijo: “Cuando eras un niño pequeño al que alimentaban con pasteles de mantequilla, nunca pensé que pudieras ser capaz de afrontar tales extremos. El que lo hagas así indica que tú preservarás la tradición de nuestros antepasados, aunque yo muera. Esto es lo que deberías de entender. Yo ya hago lo que tú has dicho. Aunque no muriera ahora, no me quedarían mucho más de diez años de vida. Por lo tanto, sería mejor morir por el bien del Dharma. No le des ni tan siquiera una moneda al Rey de Garlog. Lleva todo el oro a India para invitar a Atisha, y dale este mensaje al pandita:”Por ti y por el bien de nuestra religión, yo he sacrificado mi vida al Rey de Garlog. Mi gran anhelo es difundir el budismo en Tibet. Por lo tanto, por favor, complace este deseo y yo rogaré para que las bendiciones caigan sobre ti en el futuro”. Este es el mensaje que tienes que enviar al pandita. Ahora déjame, y dedícate a la práctica del Dharma”
Entonces Jangchub O, de acuerdo con las predicciones y las observaciones astrológicas, le dijo a Nagtso Lotsawa24: “Tienes que ir a India a invitar a Atisha, y mandaré contigo una gran cantidad de oro, así como cuantos sirvientes sean necesarios. Yo quiero que le cuentes a Atisha cómo Langdarma suprimió nuestra religión, aunque el Dharma del Buda había sido difundido y propiciado por reyes religiosos en tiempos pasados. Dile cómo más tarde mis antecesores fueron capaces de restablecer el Dharma del Buda, pero ahora aquellos que saben cómo practicar de forma adecuada son raros, y el Dharma del Buda ha sido mancillado por las conductas incorrectas. Cuéntale cómo mi tío, no siendo capaz de soportar esas condiciones, fue a buscar oro para invitarle, pero fue asesinado por el Rey de Garlog. Todas estas cosas se las has de contar a Atisha. ¡Ay! Mi tío era tan bondadoso, ¿por qué hemos tenido que dar con este problema? Yo no me arriesgué, lo dejé allí dentro, y vine con vosotros. Cuando yo le vi a través de un resquicio en la puerta, él estaba atado con cuerdas, su voz era débil, y su cuerpo tan delgado como el de una abeja, y sin embargo él aún no pensaba más que en Atisha, los tibetanos, y en su necesidad del Budismo. Dile esto:”Si tal es el coraje nuestro, los remotos tibetanos, ¿Cómo puedes tú, el misericordioso, el refugio de los desamparados, abandonarnos?”
Tras entregarle estos mensajes, el envió al Lotsawa Nagtso a India, junto con sus sirvientes.
Muchos de los obstáculos que afrontó Nagtso en su camino hacia India fueron vencidos por varios milagros realizados por Avalokiteshvara, y así pudieron llegar a Vikramashila. Aquí, ellos consultaron con Gyatsundru Singhe acerca del invitar a Atisha, pero incluso a veces había dificultades para ver a Atisha cara a cara.
Un día Gyatsundru Singhe llevó en secreto a Nagtso a la habitación de Atisha. Allí colocaron una pieza de oro puro en un mandala de quince pulgadas de alto, y también le ofrecieron otras piezas de oro al Señor, colocándolas encima del círculo de ofrendas. Tras esto, Gyatsundru Singhe contó que había ocurrido en Tibet, y entonces repitió la invitación diciendo: “De nuevo un reverendo ha venido a invitarte. Por favor, muestra simpatía por nosotros los tibetanos, no rechazándonos como hiciste este año pasado”.
A continuación Atisha respondió: “No hay duda de que los gobernantes de Tibet, los tres reyes religiosos y los tres grandes lamas, fueron encarnaciones de los bodhisattvas. De otra forma no podrían haber hecho revivir el Budismo tras su destrucción. Sería indigno si yo no atendiera la orden de los bodhisattvas, y también me siento avergonzado de que esas personas hayan perdido tantas riquezas y tantos hombres para mi beneficio. Oh, siento pena por los tibetanos. Sin embargo, yo ya tengo una edad avanzada, guardo muchas llaves (teniendo muchas obligaciones administrativas) y aún tengo muchas labores inconclusas. A pesar de todo, yo consultaré los presagios; mientras tanto coged vuestro oro”.
Ese mismo día, Atisha les rogó a Avalokiteshvara y a Tara, pidiéndoles saber cómo sería más beneficiado el Dharma y los seres sintientes, cómo podría ser satisfecho el deseo del rey, y si supondría algún peligro para su propia vida.
Tras haber rogado al respecto de esos tres asuntos, esa misma noche en el sueño escucho estas palabras: “Vete a donde encontrarás un pequeño templo Budista, y pregúntale a la yoguini que está allí”. Habiendo soñado esto, a la mañana cogió un puñado de flores y se dirigió a un templo donde encontró a una yoguini, con el pelo llegándole hasta el suelo. A su pregunta, ella contestó: “Habrá un gran beneficio si tu vas a Tibet, especialmente con la ayuda de un upasaka”.
Aún deseoso de orar en Bodh Gaya, se acercó al Abab Jnana Shri Metri, de quien recibió un puñado de cauris para que se los llevara a una anciana de pelo blanco que vivía en Bodh Gaya. Cuando Atisha llegó a esa ciudad, la anciana le reclamó: “Dame los cauris que me han enviado”. Atisha le rindió homenaje mentalmente, y a las preguntas que con su mente le hizo, la mujer le dio las mismas respuestas que había recibido anteriormente de la yoguini. Pero cuando le preguntó acerca del peligro físico, ella dijo que si Atisha no iba a Tibet, viviría hasta la edad de 92 años, mientras que de ir solo viviría hasta los 73. Ante esto Atisha, con gran coraje, decidió que no se ocuparía de su salud si su viaje pudiera beneficiar a Tibet.
A partir de entonces, muchos grupos de monjes y de benefactores, intentaron disuadirlo de irse a Tibet, diciendo que de hacerlo, India, como fuente de las religiones, se vería muy perjudicada. Viendo como se ponían las cosas, Atisha recurrió a los medios hábiles; no mencionando su viaje a Tibet, se fue y volvió muchas veces, dando la impresión de que estaba acumulando grandes méritos visitando los lugares santos, tales como Bodh Gaya.
Luego una proyección de Drom (uno de sus futuros discípulos) vino bajo la forma de un mercader, y sin que nadie lo supiera, se llevó sus imágenes de Mañjushrivajra y de los Budas, su colección de santas escrituras, y otros objetos sagrados.
Por lo tanto Atisha pudo dirigirse a Nepal. Allí, a petición de su rey, Yashananda, y de muchos devotos, permaneció durante un año, construyó el Monasterio de Tanbhehari, y estableció una comunidad.
Entonces Atisha y sus discípulos alcanzaron Nepalí Tsong (en la frontera de Tibet) donde encontró a 300 jinetes que habían sido enviados por Jangchub O para darle la bienvenida. Todos ellos iban vestidos y adornados de blanco; y los cuatro grandes ministros: Lhayi Wangchuk, Lhayi Lodo, Lhayi Sherup, y Lhayi Sizin, estaban rodeados por dieciséis jinetes que portaban lanzas con banderas blancas, mientras que el resto del séquito llevaba pequeñas banderas budistas y veinte sombrillas. Todos ellos, maestros y servidores, estaban tocando flautas e instrumentos de cuerda, recitando el Refugio en las Tres Joyas, y rogando: “¡Qué pueda el Dharma del Buda prosperar en Tibet”
Mientras pronunciaban estas auspiciosas palabras, permanecían montados y formando un círculo. En el centro habían colocado a Atisha y su séquito, con el resto de los jinetes dándoles la cara, liderados por los cuatro grandes ministros.
Como en tiempos pasados cuando los sabios ministros de Chögyal Trisong Deutsen habían ido con canciones en sus labios a recibir al Abad Bodhisattva (Shantarakshita), así vinieron cantando los ministros. Esta ocasión es famosa por las cien melodiosas y auspiciosas canciones con las que invitaron a Atisha. Nagtso Lotsawa y treinta y cinco monjes lo rodeaban.
En medio de ellos estaba de pie Atisha, todo su cuerpo hermoso de ver, causando placer a la vista, merecedor de la veneración de hombres y dioses. Sentado a lomos de su caballo, Chanshe Tonmon pronunció las siguientes palabras en sánscrito conteniendo una sonrisa: “E MA HO ATI ANTI PALA HO”.
Pronunciando muchas bendiciones en sánscrito, él continuó su viaje.
Mientras circunvalaban Gang Rinpoche, él oyó el sonido de un ghanti, (un gong hecho de sándalo blanco) pues los Sthaviras (Theravada) y Yen Lekjun estaban observando el día del voto del laico (upasojong). Atisha, en cuanto se encontró cara a cara con el jefe de los Sthaviras, realizó consultas con él.
En las orillas del Lago Manasarovar, mientras él estaba haciendo las ofrendas de agua, se apareció Avalokiteshvara, los nagas vinieron a venerarle, y sucedieron muchas maravillosas circunstancias.
Entonces cuando se iban aproximando a Gughe Tedhen, Nagtso envió una carta a Lha Lama Jangchub O que hizo llorar de alegría al gran rey: “Mucho tiempo sin duda, he estado rogando para que esto sucediera, con gran reverencia y fe. Ahora me encontraré con el Señor. Ayer en mi sueño aparecieron un gran Sol desde el Oeste, y una Luna llena desde el Este. Al ir aproximándose, las nubes, niebla y el polvo se desvanecieron inmediatamente. También soñé que grupos de estrellas se reunieron en constelaciones, como si fuera medianoche, y se postraron ante el Sol y la Luna. Quizás esa Luna pudiera ser yo mismo, pero yo no sé quién era ese Sol que venía desde el Oeste. Quien quiera que pueda ser, fue un sueño auspicioso”
Atisha, en el medio de su séquito, rodeado por quinientos jinetes, luciendo un hermoso bonete de pandita brillaba como el Sol. Mientras que sus treinta y cuatro discípulos y sirvientes se parecían uno a otro en comportamiento, conducta, y vestimenta; su propio hábito era liso, brillante, de fina textura y de olor agradable. Brillante era en su esplendor, erguida su figura, y muchas otras eran sus marcas de distinción. Toda la gente, tan pronto como contemplaban a ese noble hombre, eran incapaces de apartar sus ojos de él, y espontáneamente rogaban: “Nosotros pedimos tu protección”.
Además le imploraban: “¡Te lo rogamos, míranos con compasión a nosotros los tibetanos, que hemos acumulado muchas malas acciones! Nuestros Lha Lamas, que han afrontado tantas dificultades por ti, se sentirán llenos de alegría y no sentirán rencor por la pérdida de hombres tibetanos y de su tesoro. Aunque indudablemente fue difícil persuadirte, nuestro problema era verdaderamente grande. Ahora han llegado los buenos tiempos”. La gente gritaba todas estas palabras, llenos de fe. Atisha estaba extremadamente contento. Mirando a al pueblo tibetano, los bendecía.
Anila Chick Chobum, la tía de Lha Lama, cuando se encontró con Atisha, juntó sus manos y exclamó: “Por ti pandita, yo perdí a mi sobrino que era tan precioso para mí como una montaña de oro, pero ahora yo no siento pesar ni remordimiento, porque yo he dado la vida de mi sobrino a cambio de tu venida, pandita. Verdaderamente el trueque ha sido beneficioso. Ahora, te tengo, pandita, para mostrarte a Hasu de Nepal, y a Rinchen Zangpo de Ngari (Oeste de Tibet) quienes afirman ser unos panditas preeminentes” Con estas palabras ella posó la carga de tristeza, que era como una montaña, que le había causado la pérdida de Lha Lama. Ella entonces le ofreció a Atisha su collar de turquesas y cincuenta monedas de oro.
Entonces Atisha hizo una visita al Monasterio Dorado de Todin, y fue recibido por Jangchub O con una gran procesión. Lochen Rinchen Zangpo también le invitó a su monasterio. Aquí, cuando acabó de escuchar la exposición de Atisha de la filosofía Madhyamika, y particularmente la iniciación de Samvara, al igual que de otras materias secretas y enseñanzas de Dharma, el Abad sintió cómo brotaban en su mente pensamientos santos junto con una más amplia comprensión de la enseñanza; por lo tanto, el ofreció todo lo que tenía a Atisha.
Cuando Atisha le preguntó si podía acompañarlo como intérprete, el Abad apuntó a su cabeza, y le pidió a Atisha que lo dejara seguir con la práctica religiosa, puesto que ya era viejo y con canas. Atisha en respuesta a su petición, lo exhortó: “¡Oh, Rinchen Zangpo! Puesto que tu deseas practicar el Dharma seriamente, no dejes que tu mente vague tras el mal”
Rinchen Zangpo, guardando en su mente estas enseñanzas, selló su cabaña de meditación con clavos de hierro, escribiendo en el dintel de la puerta: “Si algún pensamiento mundano se produce en este lugar, ¡Que puedan los protectores del Dharma cortar mi cabeza!” Habiendo hecho esto, se sentó en meditación durante diez años, y el mandala de Samvara se manifestó delante de él.
Un día, Jangchub O, derramando lágrimas, le contó minuciosamente a Atisha que aunque el Budismo había sido introducido por los antepasados de su padre, había sido reducido a cenizas y dispersado. “Ahora te corresponde a ti, ¡Oh magnánimo Atisha!, el convertir a las profundas enseñanzas del Dharma a los rudos y torpes tibetanos. ¡Oh, compasivo! Te ruego que compongas un tratado en el que expongas los puntos esenciales de la enseñanza del Buda, de una manera que sea fácil de practicar, para beneficio de todo el pueblo tibetano!”
Atisha respondió muy contento escribiendo el Bodhipathapradipa(Una Lámpara en el Sendero Hacia la Iluminación).
Atisha entonces pensó dirigirse hacia el Tibet Central, pero se lo impidió una promesa hecha al Abad del Monasterio de Vikramashila, cuando partió de India. Si Nagtso Lotsawa no devolvía a Atisha a India antes de que transcurrieran tres años, la promesa quedaría rota.
De acuerdo a ello, para no romper la promesa que lo ataba, Nagtso convenció a Atisha a volver a India por esta razón. Atisha a petición suya, llegó hasta Puran, en donde recibió una profecía de Tara, en la que le dijo que con la ayuda de un upasaka (laico) él traería un gran beneficio al Budismo.
Además Tara profetizó que el upasaka llegaría pronto. Atisha estuvo en una vigilancia constante esperando su llegada, y se decía que solía exclamar:”Mi upasaka aún no ha venido. ¿Contaría Tara una mentira?”
Entonces un día Dromtömpa, habiendo sido invitado por un benefactor, llegó a su vivienda mientras Atisha estaba fuera. Si bien Dromtömpa fue informado de que Atisha volvería pronto, el se fue, diciendo:”Yo rápidamente encontraré a mi gurú más pronto que tarde, y no tengo tiempo para esperar”.
Con estas palabras, se fue, y se encontró con Atisha en un callejón. Atisha llevaba en la mano el tsampa y la mantequilla que había mendigado de su benefactor, y para compartirlo con su upasaka ese día. Dromtömpa comió el tsampa, pero utilizó la mantequilla para ofrecer una lámpara la cual duraría alumbrando durante toda la noche frente a la cama de Atisha. A partir de entonces, él ofreció una lámpara de mantequilla frente a la cama de Atisha durante el resto de su vida. Dromtömpa fue bendecido por Atisha como su principal discípulo en el mismo momento de su encuentro.
Entonces abandonando Puran, Atisha viajó gradualmente a Keydron. En aquel tiempo, debido a la inspiración de Atisha, y a la buena fortuna de los tibetanos, el camino estaba bloqueado por una escaramuza cerca de la frontera de Nepal, y Atisha permaneció un año predicando el Dharma a varios conversos en el santuario de Ranjun Pakpa Lhakhang. Aún hoy en día existe en ese lugar el monasterio de Keydron Samten Ling.
Dromtömpa, con gran elocuencia, convenció a Atisha para que hiciera una visita a Tibet Central, diciendo que allí había muchas estatuas del Buda, y muchas escrituras sagradas, estupas, y miles y miles de monjes Budistas. Cuando Atisha accedió a los ruegos de Dromtömpa, Drom Rinpoche escribió una carta para informar especialmente a Kawa Sakya Wangchuk, aunque en aquellos tiempos había otros notables grandes lamas como Nog Lekpi Sherab y Khuton Tsondru Yuntran, entre otros. En su carta escribió: “Los grandes lamas de Tibet tienen que reunirse aquí antes del Otoño para recibir a Atisha”.
Tras recibir la carta, Kawa Sakya Wangchuk informó a todos los grandes lamas de Tibet, pero antes de que todos estuvieran listos para partir juntos, Khuton partió delante, diciendo: “No es necesario que me incluyáis en vuestro grupo”. Aunque esto creó alguna ansiedad, el resto partieron inmediatamente para recibir a Atisha.
Mientras tanto Atisha seguía exponiendo el Dharma generosamente. Los lugares en los que lo expuso son conocidos ahora como Grachokhor, y Ladhap Chokhor. En aquel tiempo, Nagtso no pudo invitar a Atisha a que volviera inmediatamente a India y, motivado por la promesa que le había hecho al Abad de Vikramashila, el traductor estaba preocupado. Viendo esto, Atisha lo consoló diciendo: “¡Oh, Lotsawa,! No debieras de estar preocupado. No hay falta si las cosas están más allá de nuestro poder para remediarlas”. Tras oír estas palabras del pandita, el traductor se alegró, y puesto que no había falta, rogó a Atisha que visitara Tibet Central.
Entonces los grandes lamas de Tibet Central llegaron para darle la bienvenida a Atisha. Estos grandes lamas vestían elegantes san (los chales de los monjes tibetanos) y vestían en setab (las ropas ceremoniales que los Abades o los monjes normalmente llevan en las ocasiones festivas como indicativas de su rango). Cabalgaban sobre buenos caballos cubiertos por mantas de lana. Atisha, viéndolos venir, exclamó: “¡Oh, upasaka! ¿Quiénes son esos? ¡Mira a todos esos demonios que se aproximan!” Tras decir esto, él se tapó su cabeza, cubriéndola con su manto.
Así que Dromtömpa les dijo a los grades lamas de Tibet que lo más apropiado para ellos era venir con las ropas de monje. Cuando siguiendo el consejo de Dromtömpa lo hicieron, Atisha apareció, y les devolvió las postraciones.
En el camino, cuando Atisha se dirigía hacia Tsang, en Palpud Tan, se encontró con Lodrak Marpa Lotsawa quien estaba a punto de partir para su último viaje a India. Marpa estudió el Dharma con Atisha, pero cuando el pandita le preguntó si podría acompañarlo como intérprete, el replicó: “Es absolutamente necesario para mí el ir a India esta vez; sin embargo, puedo reunirme contigo más tarde”
Entonces se fueron acercando gradualmente a Sakya, y Atisha, apuntado en aquella dirección, profetizó que una encarnación de Mañjushri aparecería allí.
En este lugar, Drokme Lotsawa se postró los pies de Atisha como discípulo, y lo veneró y sirvió de forma meritoria. Fue entonces, cuando Atisha se dirigía hacia Narthang, cuando predijo que en aquel lugar nacería en un futuro no muy lejano una encarnación de Arya Sthivira. Posteriormente visitó el santuario de Shalun Tel donde permaneció en una cueva rocosa, y dio muchas enseñanzas.
Tras abandonar este lugar, pasó la cuaresma Budista en Myantod, donde él encontró tres discípulos: Yolchos, Yoldranron, y Yoltag Bab. El discípulo Golo también vino y se postró a los pies de Atisha. Gonpapa, viniendo al mismo lugar, hizo lo mismo y le presentó ofrendas.
Tras la cuaresma budista, Atisha se dirigió a Tibet Central por la ruta de Ron. Cuando llegó a Gompa Jangtang, una ondulada planicie de hierba en el norte de Tibet, él apuntó hacia la montaña de Lhasa y, cuando preguntó sobre lo que se encontraba allí, le dijeron que allí estaba el Templo de Lhasa, refiriéndose al Jokhan, el templo principal. Entonces él observó: “En la dirección en la que se encuentra ese templo, hay tres arco iris, y muchos hijos de los dioses le están mostrando sus respetos”.
Cuando Atisha llegó a Samye, fue servido por Devagurú Bodhiraj, y hubo una gran congregación de tibetanos a quienes Atisha les dio numerosos sermones. En Samye, mientras estaba en el templo o lo circunvalaba, él realizó numerosos milagros que inspiraron a mucha gente a lograr una fe sincera.
Entonces fue invitado por Khuton a Yarlung, donde él permaneció en el barrio de Rarted, y donde con frecuencia dio enseñanza. Sin embargo, puesto que Khuton no mostraba un comportamiento correcto, Dromtömpa y los demás se fueron con su maestro, embarcando en un bote perteneciente a Myanpo. Khuton, viendo esto, corrió tras ellos y gritaba: “Atisha, te imploro que te quedes”. Pero el maestro guardó silencio, y le lanzó su bonete en forma de amuleto que le aportara bendiciones.
Posteriormente Atisha permaneció en el santuario de Won, en Keru, durante un mes, y pintó una imagen de él mismo en uno de los muros que allí había. Entonces volvió a Samye y permaneció en Pakar Ling. Allí; viendo la cantidad de escrituras provenientes de India, sintió una incontenible alegría, y exclamó: “¡Oh, la difusión del budismo en Tibet en el pasado fue incluso más amplia que en India!¡Viendo esta gran cantidad de escrituras, es como si yo estuviera en Maha Bodhi!” Y diciendo esto, Atisha disfrutó del monasterio y de los lugares santos de aquella zona.
Entonces unos doscientos jinetes vinieron de Banton a recibirle, y él y sus asistentes fueron a Godhar, y permanecieron en Gyapep durante un mes. Más tarde, cuando Atisha se dirigía al Jokhan a invitación de Nog Lekpi Sherab, Avalokiteshvara se apareció bajo la forma de un hombre alto y dijo: “¡Excelente! ¡El gran pandita ha venido, y yo ruego que él pueda obtener la victoria!”. Tras pronunciar estas palabras, él se marchó rápidamente.Aunque Atisha desmontó y corrió tras él, no pudo ir con él. Cuando le preguntaron qué era lo que estaba haciendo, él les dijo: “¿Habéis visto a ese hombre alto?” Ellos respondieron: “Si, lo hemos visto” Entonces Atisha dijo: “Bien, ese era mi deidad tutelar, el Gran Compasivo, y deseando prestarle obediencia, yo he corrido tras él, pero no he podido alcanzarle. ¡Oh, no hay nada más maravilloso que este Gran Compasivo del santuario de Jokhan de Lhasa! El es el verdadero Gran Compasivo”
Otra vez, viendo la imagen de Sakyamuni, dijo que era una verdadera encarnación de Sakyamuni. El entonces le encargó un hábil escultor de India que construyera una imagen similar. El se preguntó si existiría una historia de ese monasterio, y de su dedicación por el Rey Tsonten Gampo; después de lo cual, una mujer vagabunda loca exclamó que ella podría mostrarle a él esta historia. Reconociéndola como a una distinguida yoguini, Atisha le rindió homenaje mentalmente, y le pidió que se lo mostrara claramente. “Bien, está escrito en el pilar Bumpa, a una altura de dos brazas y media, pero sería sabio el no desvelárselo a otros” le dijo la yoguini. Atisha lo encontró tal y como la mujer le dijo, y un guardián de los tesoros del templo que estaba cerca de allí, les dijo que podían copiar todo lo que pudieran escribir durante ese día. Dromtömpa y otros cuatro discípulos se pasaron el día copiando, pero aún les quedó una pequeña parte que no pudieron acabar ese día.
Durante la estancia en Lhasa de Atisha, que se prolongó durante todo el invierno, se produjeron muchos signos asombrosos. Ese año pasó el verano en Yerpa a invitación de Nog Jangchub Jungne, y realizó numerosas acciones para beneficio de los seres sintientes. Más tarde fue invitado a Penpo por Kawa Sakya Wangchuk, y permaneció en Menpa Jilpur, donde dio numerosas enseñanzas. Posteriormente retornó a Yerpa, donde recibió una invitación de Bhaton, y viajando vía a Lhasa, llegó a Narthang. Durante todos estos días, Dromtömpa investigó continuamente, día y noche, los estados esenciales del Sendero de la Liberación.
Tras asentarse en Yerpa, en el Monasterio de Lhari Nyingpo Cul, el gurú y sus discípulos se pasaron tres años tratando y examinando la verdadera esencia de los estados del Sendero de la Liberación, y entonces hicieron un resumen de esta enseñanza. En el mismo lugar, Atisha dio instrucciones sobre las siete Kadam Lhacho (las siete excelentes enseñanzas de los Kadam), así como sermones, e iniciaciones que tenían que ver con los dieciséis canales.
Sanpu Noglekpi Sherab les ofreció un mandala a ambos, a Atisha y a Dromtömpa, rogándoles que compusieran un libro que revelara los misterios de ambos, gurú y discípulo. Como respuesta Atisha escribió la Noble Biografía de Dromtömpa, mientras que Dromtömpa escribió unas enseñanzas extremadamente ocultas de Atisha en un libro llamado Un Libro de Fantasmas, que ahora es conocido como Kadam Lek Bum (Libro de Kadam).
Durante muchos años este fue transmitido restringidamente, de maestro a discípulo, y no se permitía el enseñarlo públicamente. Más tarde, una emanación de Dromtömpa, conocido como Drom Kumara, clarificó el secreto de este Dharma, y lo difundió. Entonces, de la forma debida, esta doctrina fue hecha pública en el Monasterio de Narthang. A partir de entonces se ha expandido en todas direcciones.
Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso
1 Kleshas.
2 Maitri.
3 Karuna.
4 Bengala.
5 Vikramashila Vihara.
6 Sila
7 Practicantes laicos.
8 Dana.
9 Chakravartin.
10 Erudito.
11 Shasanas.
12 La Mente de la Iluminación.
13 Pratyekabudas.
14 El Camino de la Preparación, el segundo de los Cinco Caminos Mahayanas.
15 La contemplación que lleva al poder.
16 Absorción meditativa.
17 Karuna.
18 Abhisheka.
19 Mudras.
20 Una manifestación de las Veintiuna Taras.
21 Parthama.
22 La Senda de los Ancianos, otro nombre del Hinayana.
23 Gran Anciano.
24 El Traductor.