Esto he oído:
cierta vez el Iluminado estaba residiendo en la ciudad de Sravasti, en el Monasterio de Jetavana, en el Parque de Anathapindika. En una ocasión, cuando el Buda y Ananda habían ido a hacer la ronda de limosnas, había algunos niños jugando en el borde del camino; construyendo casas del tesoro de juguete. Uno de los niños, viendo aproximarse al Buda se regocijó, y pensando que adquiriría mérito, cogió un puñado de tierra, e intentó dárselo al Buda; pero puesto que era tan pequeño, no pudo alcanzar la escudilla de las limosnas, y le pidió a otro niño que lo izara sobre sus hombros. El chico hizo esto, y cuando el Buda bajó su cuenco, él arrojó su puñado de tierra dentro de la escudilla de las limosnas.

El Buda lo aceptó, y entregándole el cuenco a Ananda, dijo: “Lleva esta tierra al monasterio, y espárcela. Ananda, cien años después de que yo haya alcanzado el Paranirvana, este niñito, en virtud de haberme hecho una ofrenda con gran alegría, y en virtud de haber sido esparcida en el monasterio, renacerá como el Emperador Ashoka. El niño que le aupó sobre sus hombros, renacerá como su ministro. El emperador gobernará sobre toda India, y hará conocer a todos las bendiciones de las Tres Joyas. El venerará mis reliquias erigiendo ochenta y cuatro mil estupas.”

Ananda, lleno de regocijo, lo creyó, y le preguntó al Buda: “Señor, ¿Debido a haber realizado qué virtudes serán erigidas tantas estupas para las reliquias del Tathagata?”

El Buda respondió: “Escucha con atención Ananda, y guárdalo bien en tú mente. En edades muy lejanas, hubo un rey en esta tierra de Jambudvipa llamado Vidente Claro, el cual tenía ochenta y cuatro mil reyes menores que eran súbditos suyos. En aquel tiempo, el Buda Bursa había ido a dicho mundo, y el rey y sus ministros prepararon las cuatro necesidades, y se las ofrecieron al Buda y a la Sangha. Aunque el rey y toda su gente constantemente honraban al Buda y le hacían ofrendas, los reyes subordinados no conseguían virtud de esta forma. Para que estos reyes, y el común de la gente pudiera aprender el Dharma, el rey pensó en tener una imagen de Buda pintada para mandárselas a cada uno de ellos. El mandó llamar a todos sus artistas juntándolos, y les ordenó quepintaran una imagen perfecta del Buda. Cuando los artistas estuvieron ante el Buda y vieron sus señales, fueron incapaces de reproducirlas. Por consiguiente, el propio Buda preparó los colores, pintó su propia imagen, y se la dio a ellos.

A partir de esa imagen, los artistas hicieron ochenta y cuatro mil, y el rey se las envió a los reyes subordinados junto con la siguiente proclama: “¡Nobles reyes, y pueblo! Honrad estas imágenes del Señor con flores e incienso; y hacedles ofrendas de las cosas necesarias.”

Cuando la gente vio aquellas imágenes del Tathagata se regocijaron, tuvieron fe, y las honraron.

Ananda, en aquel tiempo, yo era ese rey; puesto que yo tuve las ochenta y cuatro mil imágenes del Tathagata, y se las di a aquellos reyes subordinados, siempre que renací, yo fui Indra, el gobernante de los dioses más elevados.

Ahora yo he alcanzado la Budeidad, y estoy dotado con las treinta y dos marcas de un gran ser; y con las ochenta marcas de perfección secundarias, y cuando alcance mi Paranirvana, serán construidas ochenta y cuatro mil estupas para mis reliquias.”

Cuando el Buda terminó de pronunciar estas palabras, Ananda y toda la gran asamblea se alegraron, y regocijaron.

 

Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.